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El cooperativismo ha sido una de las formas de organización en los que el campo de Menorca ha basado su actividad y, sobre todo, uno de los pilares que le han servido para su competitividad y su supervivencia. El trabajo ininterrumpido durante sesenta años de la Cooperativa Agrícola Sant Martí de es Mercadal es un claro ejemplo que ilustra cómo los agricultores y las fincas de producción lechera se han organizado durante todo este tiempo. Con una facturación de seis millones de euros, la entidad da servicio a sus 120 socios y mantiene una vitalidad encomiable con la manipulación de unos 13 millones de kilos de producto al año entre materias primas, abonos, piensos y un largo etcétera.

Orígenes

Bajo la órbita de uno de los menorquines que más ha hecho en favor del cooperativismo, Antoni Cardona Sans, la Cooperativa Agrícola de Sant Martí fue fundada en 1959 por una serie de ganaderos y propietarios de fincas que decidieron unir sus fuerzas a beneficio de un bien común y un futuro mejor. El primer Consejo Rector fue presidido por Juan Mercadal Galmés, a quien acompañaba como secretario Jaime Villalonga Ferrer y como vocales Pedro Triay Florit, Juan Cardona Febrer, Juan Febrer Pons y Juan Marqués Febrer. «El objetivo inicial era poder realizar compras conjuntas para abaratar costes en las explotaciones», explica Tolo Pascual, gerente de la entidad. «Como otras cooperativas, se creó para que las explotaciones agrícolas y ganaderas de la isla pudieran hacer frente a los retos y los mercados del futuro, casi como una forma obligada de supervivencia», detalla.
La primera sede se abrió en el centro de es Mercadal, en la calle Doctor Llansó número 22. «Las materias primas para poder alimentar al ganado o los abonos para el campo tenían un precio desorbitado y la unión de los socios cooperativistas facilitó poder controlar todos estos costes», añade el gerente.

A principios de 1970 se trasladaron a un edificio mucho más grande en la misma calle, que pudieron construir gracias a las gestiones del entonces presidente, Guillermo de Olives. «Con su gestión se consiguieron unas ayudas imprescindibles para que la Cooperativa pudiera disponer de un patrimonio propio que consolidase la entidad, que en aquel momento pasaba por momentos de dificultad», señala Tolo Pascual. El nuevo edificio tenía 840 metros cuadrados entre almacén y otras dependencias que servían, además de como oficina, para acoger las sedes de instituciones agrarias de la época como la Cámara Agraria -ya desaparecida- o la Caja Rural, que instaló su punto de atención.

En aquella época, la Cooperativa Agrícola Sant Martí realizaba labores de almacenaje de los distintos piensos y cereales con los que se alimentaban las reses y, al mismo tiempo, servía de punto de entrega y recogida del queso que las distintas fincas producían para la fábrica de El Caserío. El actual gerente, a punto de cumplir 46 años de trabajo para la entidad, entró a trabajar en 1973 como ayudante a las órdenes de Joan Moll Mercadal.

Traslado

El segundo hito más importante de la Cooperativa Agrícola Sant Martí fue su traslado al polígono industrial Llinaritx de es Mercadal en 2003, adquiriendo unos solares en los que se construyeron dos grandes naves que supusieron una inversión de 900.000 euros. «Fuimos de las primeras empresas que nos trasladamos del centro al nuevo polígono en una evolución lógica de nuestro negocio, que había ido creciendo sin posibilidades de expansión en medio del casco urbano», explica Joan Fullana, actual presidente de la Cooperativa. «La operación se pudo realizar gracias a unas ayudas de la Unión Europea y a la venta del edificio que teníamos en propiedad. Ello nos permitió modernizar las instalaciones y ampliar los servicios que ofrecíamos a los socios», añade Fullana.

Uno de estos nuevos servicios fue la puesta en marcha de una mezcladora unifeed. «El suministro de la ración final para rumiantes mezclada a través de las mezcladoras unifeed era una práctica totalmente extendida en explotaciones de vacuno de ordeño para conseguir una alimentación equilibrada del animal», explica Tolo Pascual.

«En el pasado, las vacas no recibían una alimentación como la que se ha llevado haciendo en los últimos 20 años gracias a los nutricionistas. Por ello, invertimos 70.000 euros en adquirir la maquinaria especial que nos permitía ofrecer las raciones con las cantidades de harinas, sojas y demás cereales necesarios», comenta. En toda esta fase de modernización también se adquirieron unos molinos, un vaporizador y unas ensacadoras para el suministro a granel con el fin de mecanizar las tareas. En total se invirtieron unos 260.000 euros en distinta maquinaria de uso diario. La nueva ubicación también sirvió para consolidar una plantilla de cinco personas con la apertura de una agrotienda para el suministro de diversidad de productos veterinarios, fitosanitarios, de ferretería o de alimentación destinados al campo.

Futuro

La Cooperativa Agrícola de Sant Martí ha mantenido lazos estrechos con otras entidades, como la Cooperativa Agricola Sant Bartomeu de Ferreries, a la que también suministra productos. Al mismo tiempo, se ha convertido en punto de suministro del Servicio de Mejora Agraria del Govern balear y tiene convenios firmados con la Conselleria de Medi Ambient del Consell Insular de Menorca.

La entidad cuenta en la actualidad con 120 socios, pero en su momento llegaron a ser 150. El progresivo cierre de las explotaciones ganaderas ha comportado una pérdida de la masa social, uno de los aspectos que más preocupan a la entidad. «Vemos con inquietud los movimientos que se están produciendo estos últimos años en el campo menorquín, con la venta de las fincas a inversores extranjeros que lo primero que hacen es cerrar la explotación ganadera porque no les interesa o no les sale rentable», explica Tolo Pascual.

«Si bien es cierto que se ha producido una pérdida de rentabilidad de la fincas productoras de leche, muchas están dando el paso en la producción de quesos y otros productos que tienen que contribuir a diversificar el campo de Menorca», añade el gerente de la Cooperativa Agrícola de Sant Martí. Pese a ello el movimiento es lento y no se ven los frutos necesarios para pensar que el campo de Menorca pueda tener su futuro garantizado.