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Hace tres semanas la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que agrupa a los 36 países más desarrollados publicó un informe cuyo título era toda una declaración de intenciones; “Bajo presión: la clase media exprimida”.

Según la clasificación de la OCDE la clase media de un país incluye aquellos hogares cuyos ingresos estén situados entre el 75% y el 200% de la media nacional. En el caso de España se trata de aquellas personas con una renta media disponible (tras el pago de impuestos) que ingresan entre 12.911 y 34.428 dólares anuales. En 2016 dentro de ese rango se encontraba algo más del 58% de la población, cifra 3,7 puntos inferior a la alcanzada a mediados de los años 80. Como contraste, en el conjunto de la OCDE la clase media comprendía el 61% de la población, 3 puntos inferior a la de mediados de los 80.

El problema de esta disminución es que ha sido por la parte baja. Las clases altas han aumentado un punto mientras las personas de menores ingresos lo hacían en más de dos, siendo especialmente preocupante el caso de España, donde la pérdida de 3,7 puntos de clase media ha ido en casi su totalidad (3,6 puntos) ha engordar la población con menores ingresos. Pero no solo ha disminuido el tamaño de la clase media sino que sus ingresos agregados lo han hecho incluso en una proporción mucho mayor. En 1985 los ingresos agregados de la clase media multiplicaban por 3,9 veces los de la clase alta, mientras que tres décadas más tarde esta ratio había caído hasta las 2,8 veces.

¿Por qué la clase media pierde individuos y riqueza? Cada vez resulta más costoso mantenerse en la clase media y más fácil caer de ella. El sueño de la clase media se suele identificar con la posesión de un hogar, un trabajo estable y una familia con el futuro encauzado. Pero cada día cuesta más comprar una casa en el barrio adecuado, pagar una buena educación a los hijos y mantener un trabajo.

La digitalización y el cambio tecnológico expulsan del mercado a personas cuyos trabajos se identificaban antes con la clase media y su reinserción en el mercado laboral cada vez es más difícil.

El problema de la decadencia de la clase media es que conduce a una creciente polarización incrementando la amenaza de inestabilidad y fractura social, lo que incide sobre la economía. En su último dosier especial, Caixabank Research analiza algunos de los trabajos que han intentado cuantificar la creciente polarización social. Para ello recogen las posturas sobre temas como la inmigración, el multiculturalismo, la integración europea, la confianza en los respectivos parlamentos o la satisfacción con los gobiernos. El resultado es que existe una creciente polarización en las respuestas, o se está muy a favor o totalmente en contra. El resultado de la creciente polarización social y política, unido a la crisis de la clase media y el aumento de las desigualdades, alimenta aquellas posturas que ponen en duda las instituciones sociales y económicas que nos rigen.

La clase media empobrecida de los países de la OCDE empieza a pedir un mayor proteccionismo frente a los productos y servicios procedentes de otros países, una mayor intervención y protección de ciertos empleos y negocios y el retorno de la soberanía nacional en detrimento de la visión paneuropea o de la solidaridad y cooperación internacional. Pero como economistas, lejos de sucumbir a posturas extremas, quizás sea un momento de reflexión para pensar los logros alcanzados en el pasado y evitar tomar decisiones que podrían ser equivocadas.