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Nuestra intención es la de seguir aportando temas y argumentos que nos aproximen a la realización del triple deseo expresado en nuestro anterior artículo, futuras oportunidades para poderlas abordar como factibles, realizables y posibles.

Vamos a citarlas nuevamente, acompañadas de aquellos aspectos de la economía global que nos puedan ayudar a modelar unas perspectivas: la primera, que Norteamérica y Europa mejoren su mutuo entendimiento. La segunda, que la guerra comercial entre China y Esatdos Unidos aterrice y finalice, dando paso a unas relaciones comerciales sin tensiones de ruptura y ajustadas a las leyes de la competencia; y la tercera que Europa se convierta en una gran potencia económica.

Alcanzar la primera va a ser laborioso, principalmente por el lado europeo. Los Estados Unidos abandonaron el acuerdo climático de París y el acuerdo nuclear con Irán. Trump califica de enemigo a la Unión Europea en el comercio. Europa cuenta menos para los americanos; la generación de la segunda guerra europea está desapareciendo. América se está volviendo menos europea. Hace un siglo más de un 80% de la población nacida en el extranjero provenía de Europa; ahora la cifra es solo de un 10%. La economía de Asia en auge está atrayendo su atención.

La expresión “la nueva guerra fría” nos define como problema peligroso, lo que hasta hace poco hacía referencia a la evolución de la guerra comercial. Desde hace dos años las tensiones comerciales han producido nervios e indiferencia, incluso este ir y venir ha provocado alzas en la bolsa, hasta que las respuestas se han ponderado con las intenciones de Trump de aumentar los aranceles de las importaciones chinas.

Las negociaciones continúan, puede aparecer algún acuerdo provisional que de momento quedará marcado por la gran diferencia existente entre los sistemas económicos de ambos países. China sigue comprando más productos norteamericanos (soja y gas de esquisto por ejemplo), con lo que va reduciéndose el déficit comercial bilateral. Se podría avanzar con reglas que permitan que las empresas norteamericanas controlen sus operaciones en China y limitando el papel que el gobierno chino tiene en la economía.

La UE no corresponde en su nivel de expectación con el nivel de aspiración que le imputamos para emprender el camino de su poderío económico que siempre está supeditado por el funcionamiento de sus instituciones, cuyo buen rodaje está condicionado por la excesiva indiferencia de sus ciudadanos y una posición moral insuficiente para luchar por algo. La UE es o ha sido importante para el mundo entero, pero ahora está en crisis.

Así las cosas, hemos de estar preparados para lo peor, un entorno distópico, alimentado por los matices pesimistas del contexto antes descrito o alimentar la utopía, actuando en lo nuestro. Crecer de forma sostenible y que el cambio nos coja preparados, eliminando y superando los peligros. Como podría ser acabar siendo una economía envejecida. Por primera vez en la historia, la Tierra tiene más personas mayores de 65 años que menores de cinco años. En otras dos décadas, la proporción será de dos a uno. El envejecimiento del mundo es inevitable. Pero sus efectos sobre el crecimiento negativo no lo son.

Una vez más hemos de acercarnos al misterio del crecimiento, aceptando, en base a sus propias manifestaciones que los economistas entienden poco sobre las causas del crecimiento, lo cual se considera una de las deficiencias de su profesión. Existe bastante literatura de los últimos diez años en la que han sido profundamente examinados los fallos intelectuales en el período previo a la crisis financiera de 2007-2008. Se tienen pocos datos concretos sobre el crecimiento. Sabemos que el crecimiento sostenido del PIB por persona solo comenzó en el siglo XVIII.

Conocemos que los países solo pueden enriquecerse al crecer contantemente, durante largos períodos. Se ha constatado que, de alguna manera elemental, el crecimiento consiste en usar nuevas tecnologías para ser más productivos y descubrir nuevas ideas para innovar y tener un sistema educativo diferente al que se viene practicando en nuestra comunidad. Sin embargo, no debemos olvidar que el PIB es un instrumento muy importante para medir la riqueza y que puede complementarse con políticas de bienestar social.

Crecimiento y las mejoras sociales pueden reforzarse entre sí, además de conseguir que nuestro nivel agregado de capital natural no disminuya.