Ya no es una amenaza lejana, en la mente de pocos visionarios del mundo financiero. Los GAFA, acrónimo de Google, Amazon, Facebook y Apple, al igual que sus competidores asiáticos BAT (Baidu, Alibaba y Tencent), han iniciado un camino que, irremediablemente, tiene como destino final operar como un verdadero banco mundial.
Google tiene una licencia de entidad de dinero electrónico en Lituania y ha anunciado que a partir del año que viene ofrecerá cuentas corrientes en colaboración con el banco Citigroup y una cooperativa de crédito de la universidad de Standford. Amazon consiguió su licencia financiera en Luxemburgo y ha llegado a un acuerdo con Cofidis para financiar compras y ofrecer una línea de crédito a sus usuarios.
Apple Card es la tarjeta de crédito del gigante tecnológico, negocio en común con Goldman Sachs y MasterCard; en España su forma de pago Apple Pay ya ha sido incorporada por ING y Banco Sabadell. Facebook no se conforma con ser un banco del futuro, apuesta convertirse en un agente privado a tener en consideración a la hora de planificar las políticas monetarias a nivel mundial: su proyecto de criptomoneda privada Libra ha alertado a los supervisores de medio mundo.
El cliente más joven, el de la generación Y (millenials) nacida en los ochenta y noventa, ha vivido una crisis económica y se ha topado con sus consecuencias en el mercado laboral. La nefasta gestión reputacional de la banca tradicional durante los años de penuria, sumada a la familiaridad con las nuevas tecnologías de la información y a una forma nueva de ver el mundo y su relación con las finanzas personales de los milénicos, propicia el caldo de cultivo ideal para la entrada de las grandes tecnológicas en el sector bancario.
No solo el colectivo joven, también el más mayor, empieza a dejar de considerar a “su” banco de toda la vida como el mejor y más seguro lugar donde depositar su dinero. Si la banca tradicional no sabe poner en valor sus fortalezas, cada vez ofrece menos asesoramiento personalizado y de peor calidad, desvía a su clientela a su banca online y deja su red de sucursales físicas al mínimo posible, el resultado no es difícil de desentrañar: el gigante tecnológico que decida ofrecer una variedad atractiva de productos y servicios financieros, cuentas, créditos, hipotecas y productos de inversión automatizados, atraerá al grueso de los clientes hábiles con la tecnología, que serán una mayoría, a la fuerza.
Tecnológicamente ya es posible y las barreras legislativas serán desmanteladas cuando llegue el momento: operaremos con una cuenta online portable, como nuestro número de teléfono móvil. Contrataremos créditos y préstamos con tipos de interés personalizados, según nuestra puntuación de riesgo, actualizada a tiempo real según gestionemos nuestro dinero, mejore nuestra educación, relaciones personales y profesionales (analizando nuestras redes sociales y comportamiento). El “banco”, cada vez menos visible en nuestra operativa financiera, nos recomendará cómo y cuánto invertir, modificando las inversiones según avance nuestra vida y se alteren nuestras necesidades.
La banca del futuro ya está a aquí. ¿Estamos preparados para esta nueva relación con nuestras finanzas personales?
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