La manifestaciones violentas producen imágenes muy impactantes, pero necesitan al menos treinta segundos de televisión. Ahora, en el mundo de la inmediatez, treinta segundos es un tiempo larguísimo, por lo que hay recurrir a mensajes breves que transmitan la información de la forma más efectiva.
Hay que reconocer que las manifestaciones de hosteleros rompiendo platos lo son. No hace falta movimiento. Basta con que cada uno de los manifestantes -quince o veinte son suficientes- arroje al suelo un plato para que todos entendamos su mensaje que no tiene porqué durar más de diez segundos. No preguntan ¿quién paga los platos rotos? Sino que indican que hasta ahora los han pagado ellos, pero que ahora quieren que los paguen las Administraciones.
Recordemos que el subsector del turismo que denominamos horeca, formado por hostelería, restauración y cafeterías, es el que mayor empleo genera, casi dos tercios del total -actualmente 1.100.000 afiliados tras la fuerte caída del pasado año-, con una alta incidencia de empleos precarios, salarios bajos y buena proporción de trabajadores extranjeros –casi un tercio-. La patronal paraguas, que preside José Luis Yziel, incluye a más de un centenar de asociaciones. Han perdido el pasado año, según sus propias afirmaciones, un 43% de sus ingresos, proporcionalmente menos que el transporte aéreo o el alojamiento, pero con efectos más dañinos debido a la atomización de las empresas: cerca de cuatrocientas mil, un tercio de las cuales están cerradas y más de cien mil no volverán a abrir.
Reclaman a las distintas administraciones por las “pérdidas derivadas del estado de alarma” acogiéndose a la ley orgánica de 1981 que la regula y que estipula que “tendrán derecho a ser indemnizados aquellos que sufran en su persona, derechos o bienes, daños o perjuicios como consecuencia de la aplicación del estado de alarma”.
Lo que reclaman es una compensación por los ingresos no generados durante el estado de alarma, en comparación con años anteriores.
Habrá que ver lo que deciden los tribunales y si consideran esos ingresos no generados como daño o como lucro cesante. En caso de posible éxito, los demás afectados, como las agencias de viajes, las compañías aéreas o los hoteles, podrían unirse a esa reclamación con lo cual la mitad de los españoles terminaría indemnizando a la otra mitad- el dinero siempre proviene del contribuyente- y habría que subir los impuestos.
Así que ya saben quién va a pagar los platos rotos.