El Restaurante Sa Caleta se encuentra en la playa de es Bol Nou, en el municipio de Sant Josep de sa Talaia y en pleno Parc Natural de ses Salines. Un lugar ideal para descubrir la gastronomía ibicenca. | Daniel Espinosa

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La familia Pujolet dirige desde 1988 el Restaurante Sa Caleta, en la playa de es Bol Nou, en el municipio de Sant Josep de sa Talaia. Un rincón del litoral ibicenco en pleno Parc Natural de ses Salines que los fenicios ya eligieron para establecerse en Eivissa en el siglo VIII a. C. Desde hace seis años, quien dirige el negocio es Jordi Cardona, la segunda generación que está al frente del restaurante. «Fue un sueño de mis padres y mi tío, que pensaron que montar el típico chiringuito de playa sería una buena aventura gastronómica. Aquel sueño le duró un año a mi tío y ya pasó a manos exclusivamente de mi familia hasta el día de hoy. Yo me he criado entre fogones, estudié una licenciatura, trabajé de lo mío sin llegar a desvincularme del restaurante hasta que mi padre, que ya quería quitarse de en medio, me preguntó si querría continuar», explica Jordi, quien añade que las canas que luce le han salido desde que se ha hecho cargo del establecimiento.

Una de las particularidades de Sa Caleta es que, pese a ser un restaurante de playa, está abierto todos los días del año. En invierno, eso sí, solo a mediodía. «Sale a cuenta porque un negocio familiar se basa en tener, también, una plantilla familiar. Y no quiero decir que sean familia sino que aquí tenemos a trabajadores que llevan 25 años con nosotros. Esta es la base de que el negocio sea lo que es: dar estabilidad a la gente que es el alma del restaurante y lo cuida», señala Cardona. Otra de las ventajas de abrir todo el año «es hacerte un hueco en el corazón de los ibicencos y de los residentes extranjeros, que saben que llueva o haga sol siempre estamos aquí. Hace más de 20 años que no recuerdo un día que no hiciéramos una caja digna», destaca.

MENÚ. Los comensales del Restaurante Sa Caleta se encontrarán con una carta con los mejores platos de la gastronomía tradicional ibicenca. Un extenso recetario elaborado hace más de 35 años por tres mujeres, entre ellas la madre y la abuela de Jordi, Victoria Baos y Catalina ‘Puvil', y del que no se ha tocado ni una coma. «Nuestro plato estrella puede ser un buen anfós al horno, un bollit de peix o una caldereta de langosta. Los clientes nos agradecen a diario que seamos una apuesta segura. Saben lo que se encontrarán con el mejor sabor de la gastronomía ibicenca auténtica», afirma Jordi Cardona.
Tampoco falta en el menú la joya de la corona: el café caleta. Un brebaje elaborado con café, brandy, piel de naranja y limón, azúcar y canela en rama que inventó el abuelo de Jordi, Pep ‘Pujolet', y sus compañeros pescadores del pequeño puerto de sa Caleta. «Él y sus amigos eran muy trabajadores pero también les gustaba la fiesta. Mi abuelo le puso el nombre y también lo popularizó. Fue la primera referencia que tuvimos en la carta y servimos muchos litros de café caleta a diario», apunta el responsable del Restaurante Sa Caleta.

Jordi Cardona, que en temporada alta dirige a una plantilla formada por una treintena de trabajadores, tiene claro que para continuar teniendo éxito deberá sacrificarse al igual que lo hicieron sus padres, Victoria y Pepín. «Con mi padre, que sigue ayudándome en temas de contabilidad, hablo mucho del trabajo y poco de cosas de la vida. Él no es de aconsejar sino más de marcar camino. Al final, las palabras se las lleva el viento y lo que se te queda es lo que ves con tus ojos. Lo que he aprendido de mis padres y lo llevo muy adentro es que el esfuerzo tiene una recompensa. Llevar un restaurante es muy sacrificado pero cuando las cosas salen bien, la recompensa es muy alta. Y la mía es tener a tus clientes contentos y una plantilla de trabajadores que te siguen», señala Cardona.

CLIENTES. Por las mesas del Restaurante Sa Caleta pasa todo tipo de gente. En invierno, muchos extranjeros residentes en Eivissa «que tienen su propia mesa y que no hace falta ni que consulten la carta». Los ibicencos prefieren acercarse a es Bol Nou los fines de semana. Una clientela que con la llegada del verano se vuelve cada vez más variada. «A mediodía tenemos de todo pero por la noche cada uno tiene su horario. Entre las siete y las nueve vienen muchos franceses y holandeses. En el último turno, italianos y españoles». Unos clientes que tras degustar los platos de la extensa carta del Sa Caleta pueden dirigirse a Es Jardí, un espacio a la sombra de pinos y sabinas donde relajarse en sus sofás o disfrutar de la oferta cultural que Jordi Cardona también ofrece en su restaurante. Música en directo, exposiciones de fotos, esculturas y pinturas o talleres de cerámica y de elaboración de hierbas ibicencas o presentaciones de libros son algunas de las propuestas de AstARTÉ, el proyecto cultural iniciado por Cardona hace dos años y que «tiene mucha aceptación desde el primer día».
La temporada 2022 ha arrancado «a un ritmo muy fuerte» y, como ocurre en todos los sectores, la crisis internacional provocada por la guerra de Ucrania ha provocado «problemas para conseguir material y para reparar maquinaria». A lo que hay que añadir que la contratación de personal está siendo «una absoluta locura. Está siendo una temporada más dura de lo esperado», destaca Cardona. En este sentido, en Sa Caleta no han aplicado a sus platos el porcentaje que le correspondería por el incremento del precio de las materias primas. «Me debo a mis clientes, que nos cuidan mucho, y hacemos este pequeño sacrificio. Los problemas los tapamos a base de echarle horas y horas», apunta Jordi.

Al responsable del Restaurante Sa Caleta se le ve estresado con todo lo que se le viene encima en agosto. Nada que ver con los dos últimos años. «La de 2020 fue una temporada muy interesante porque trabajamos menos en volumen pero mucho más en calidad de clientela. Si pudiera repetir un 2020 sería muy feliz porque ganamos dinero y trabajamos muy cómodos. En 2021 fue espectacular: muchísimo trabajo, con un nivel muy bueno de clientes y el hecho de que no hubiera discotecas abiertas hizo que las noches fueran muy animadas. La pandemia, para los restaurantes de playas, ha sido un empujón. Al menos en mi caso y también con todos los restauradores con los que he hablado».
En este sentido, explica que una vez superada la pandemia han vuelto los problemas de antaño. «El cliente nos llega rebotado. Vienen de esperar en el aeropuerto al sol, en el hotel también han tenido que esperar para hacer el check in, luego no le han dado la habitación que salía en la foto y, además, tampoco está en perfectas condiciones porque no hay suficientes camareras de piso. Luego, bajan a la piscina y no tienen sitio porque está atestada de gente, para reservar una mesa donde comer han tenido que llamar a 4 o 5 restaurantes porque todos están a tope, después tienen que esperar al taxi 45 minutos para que les recoja y cuando te llegan al restaurante está acongojados porque no saben cómo saldrán de aquí. Si tuviéramos un modelo más sostenible seríamos más felices», sentencia Jordi Cardona.