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Probablemente Menorca y seguramente Balears en su conjunto, hayan alcanzado una de las cotas más altas de su historia en cuanto a oferta de calidad y diversidad de servicios que ofrece al visitante. El abanico de propuestas culturales, deportivas, de alojamiento como gastronómicas ha crecido en todos los sentidos y si uno gira la vista hacia atrás, se da cuenta de ello. Es fácil ponerse de acuerdo en que en este aspecto se ha mejorado y mucho. Sin embargo, creo sinceramente que la excelencia o la variedad de oferta, no son los únicos elementos a los que un destino turístico tiene que aspirar para dejar un gran recuerdo a quien lo visita. Hay un elemento más fundamental y tiene que ver con aquello que siempre he oído de pequeño, de que es muy agradable que te traten bien.

Este verano he tenido la oportunidad de volver a viajar a los Estados Unidos para descubrir una parte de su geografía que desconocía, después de más de diez años desde la última vez que estuve y más allá de la belleza o la inmensidad de un lugar donde todo se piensa a lo grande, me quedo sobre todo con la empatía de las persones que nos hemos ido cruzando durante todo nuestro periplo. Desde el clásico «how are you today» de cada interacción, al cálido recibimiento prácticamente en todas partes con un sentimiento de querer darnos la bienvenida a su casa en todo momento por nuestro interés en haber viajado tantos kilómetros para visitar aquello o lo otro. Y que conste que no hemos ido a visitar a ningún amigo o familiar. Desde aquellas personas que trabajaban detrás de un mostrador como de las anónimas en el autobús, en la calle o en el parque que no dudaban en dirigirse a nosotros de manera natural y espontánea si nos veían quizás algo perdidos o simplemente, para que pudiéramos tener una foto juntos. Esta calidez, esta cordialidad como norma más que como excepción, me hacía pensar que los destinos son mucho más allá del monumento, el paisaje o la experiencia sino sobre todo, cómo uno se siente acogido. Y lo más curioso es que esta percepción amigable que encontramos, me hizo recordar que las otras veces que también había visitado el país, el sentimiento había sido el mismo.