En cada uno de los puntos cardinales de Jordania se perfila una
crisis y los países que le rodean viven también críticas
situaciones. Así, los palestinos quieren proclamar su independencia
en un momento en que en Israel se hallan en el poder los halcones y
se desarrolla una campaña electoral.
Además, la enfermedad del rey Fahd, un octogenario cuyo príncipe
heredero tiene 75 años, suscitan interrogantes sobre el futuro de
Arabia Saudita. En Siria el presidente Hafez al-Assad, de 69 años,
prepara discretamente su suscesión promoviendo a su hijo Bachar, de
34. En este delicado entorno, el rey Hussein sembraba una cierta
tranquilidad. Hussein, que firmó personalmente la paz con Israel en
1994, fue hasta el final un ardiente defensor de la paz en el
conflicto que asola la región.
Pese a los reveses del proceso de paz, el rey insistía en
mantener estrechos vínculos con Israel, pensando que son más bien
los pueblos los que deben sellar la paz y no los gobiernos. El
pasado mes de octubre, ya muy enfermo, el soberano hachemí acudió a
Wye River, cerca de Washington, para impulsar la firma de un
acuerdo fruto de arduas negociaciones entre israelíes y
palestinos.
En los últimos días, los responsables jordanos se han esforzado
en apaciguar las inquietudes internacionales, señalando que el país
superaría la muerte del rey Hussein. «Nuestra nación se apoya en
instituciones sólidas, es un país de continuidad», subrayó el
ministro de Información, Nasser Jawdeh.
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