La captura del líder kurdo Abdalá Ocalán tras una oscura maniobra
en la que parecen implicados directamente al menos tres países
-Grecia, Kenia y Turquía- ha suscitado una oleada de ira kurda y la
euforia turca.
Ocalán, fundador y jefe del Partido de los Trabajadores del
Kurdistán (PKK), que lucha desde 1984 por la independencia de los
doce millones de kurdos turcos, se encuentra desde ayer en prisión
en un lugar secreto de Turquía, adonde fue llevado tras
«desaparecer» en Kenia después de haberse alojado en la embajada
griega en ese país africano.
La captura del rebelde, anunciada ayer por un emocionado Bulent
Ecevit, primer ministro turco, originó una oleada de protesta sin
precedentes entre los independentistas kurdos en Europa, que
ocuparon sedes diplomáticas de Grecia, Kenia y la ONU en todo el
continente.
Las protestas, que han suscitado especial alarma en Alemania, el
país con mayor población kurda de Europa Occidental, incluyeron
también los intentos de suicidio de varios kurdos que se prendieron
fuego vivos tras rociarse de combustible, en Londres y varias
ciudades alemanas, entre otros lugares.
Los militantes kurdos ocuparon embajadas y consulados de Grecia
o Kenia en Holanda, Dinamarca, Suecia, Bélgica, Alemania, Francia,
Gran Bretaña, Austria, Suiza, Rusia e Italia.
Tanto Grecia como Kenia han negado tener complicidad alguna en
la captura y repatriación forzosa de Ocalán.
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