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El pueblo kurdo, unos 30 millones de personas repartidas entre Turquía, Irán, Irak, Siria, y Armenia, representa claramente la tragedia de esas naciones a las que los avatares de la geopolítica han privado de su derecho a tener un Estado propio.

En los últimos 80 años, los kurdos han reclamado que se respete y ponga en vigor las cláusulas del Tratado de Sevres, suscrito en 1920 por las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial y Turquía, aliada en el conflicto a los derrotados Imperios Centrales, para configurar el nuevo mapa de Asia.

El régimen autoritario surgido en Turquía en 1923 prohibió cualquier forma de expresión de la cultura kurda, e incluso el uso de su idioma. Tan solo en 1991, las autoridades turcas autorizaron el empleo del idioma kurdo, cuya enseñanza, sin embargo, continúa prohibida en las escuelas.

Las reivindicaciones kurdas se canalizan desde 1978 con la fundación del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). En 1984, el PKK, liderado por Abdalá Ocalan, adopta la lucha armada e inicia una guerra de guerrillas contra el régimen de Ankara, que ha causado miles de víctimas.

El líder kurdo Abdulá Ocalán, es considerado un líder carismático por los independentistas kurdos y un asesino sanguinario por el Gobierno de este país.