Los kurdos exiliados volvieron ayer a estremecer Europa en una
segunda y trágica jornada de protestas por la detención del líder
del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdalá Ocalan,
en la que tres manifestantes fueron abatidos a tiros por los
soldados que guardaban el consulado israelí en Berlín y un cuarto
murió en el hospital.
Al igual que el martes, los kurdos irrumpieron en varios
recintos y sedes de partidos políticos y retuvieron, aunque fuera
brevemente, a una parte del personal como rehenes. Las cuatro
muertos se registraron cuando un grupo de manifestantes se disponía
a entrar en el consulado de Israel en Berlín y agentes de seguridad
israelí abrieron fuego contra la muchedumbre.
El incidente tuvo lugar después de que la prensa publicara que
la detención de Ocalan en Kenia por los servicios secretos de
Turquía se efectuó con la colaboración de sus colegas israelíes del
Mosad. El propio primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no
tardó en comparecer para asegurar que «Israel no tuvo nada que ver
en absoluto con esta detención» en Kenia. Netanyahu «lamentó» la
muerte de cuatro kurdos pero justificó su acción ante «la
obligación de defender a los ciudadanos de Israel».
Los manifestantes continuaron ocupando la embajada en Londres, que
tomaron ayer, pero abandonaron pacíficamente ayer las sedes
diplomáticas griegas en Zúrich y Berna.
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