Rusia redobló ayer su política de amagar y no dar, con un
endurecimiento de su lenguaje hacia la OTAN por su ataque contra
Yugoslavia, pero sin tomar medidas concretas. El «número uno» del
Kremlin y el jefe del Gobierno dejaron para segundos espadas las
declaraciones más contundentes cara a la galería, cargada de
sentimiento en pro de los «hermanos serbios».
Rusia se reserva el derecho de ayudar a Yugoslavia si «la
agresión» de la OTAN no se detiene, afirmó el ministro ruso de
Relaciones Exteriores, Igor Ivanov. Interrogado sobre una eventual
suspensión unilateral del embargo sobre las armas, el ministro ruso
dijo que «si la agresión no se detiene, nos reservamos el derecho
de reexaminar de qué forma podemos ayudar a un Estado soberano a
defenderse él mismo».
Aunque reconoció que el abandono de la prohibición de la ONU de
enviar armas a Yugoslavia se barajó en las últimas 24 horas, el
ministro dejó claro que «Rusia no va a abandonar el régimen de
sanciones. Ivanov, quien denunció la «complacencia y connivencia»
de Europa respecto a EE UU, insinuó incluso que el secretario
general de la OTAN, Javier Solana, podría cargar con
responsabilidad penal por violar los preceptos del Derecho
Internacional.
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