Chile revive desde ayer la sombra del dictador Augusto Pinochet,
con manifestaciones en pro y en contra del general, que regresó
ayer al país. Miles de simpatizantes de Pinochet se congregaron
ayer para recibir al militar repatriado tras casi 17 meses de
detención en Londres, saludando el helicóptero en que viajaba con
el grito de «llegó el presidente».
La consigna, además de un saludo al anciano dictador, parecía
ser un cordial recordatorio del poderío de los partidos de derecha,
de cara a la posesión como presidente el próximo 11, de Ricardo
Lagos, el primer socialista que llega al poder tras el
derrocamiento de Salvador Allende, candidato de un frente de
izquierda. Lagos fue elegido en una reñida segunda ronda por un 53
por ciento de los votos, frente a Joaquín Lavín, un ex asesor
económico de Pinochet.
Blandiendo la tricolor bandera chilena y con pancartas que
decían «Pinochet gracias por existir», los manifestantes favorables
al régimen de facto llenaron con gestos desafiantes las calles
contiguas al Hospital Militar, adonde fue trasladado el senador
vitalicio para hacerle una serie de exámenes.
Los manifestantes también hicieron resonar insultos contra los
gobiernos europeos y, en particular, contra el juez español
Baltasar Garzón.
«Esto ha sido una gran lucha y estamos felices porque llegó», dijo
Paula Erazo, una adolescente para quien la vuelta de Pinochet,
liberado por razones humanitarias, «es el regreso de un héroe, del
héroe de la patria».
Mientras, unas 1.500 personas recorrieron las calles del centro
de Santiago en una marcha de protesta por la presencia en el país
de Pinochet. Con reclamaciones de justicia para las víctimas de la
dictadura, los manifestantes se dirigieron desde la sede de la
Presidencia de la República al Edificio de las Fuerzas Armadas,
donde se vivieron algunos momentos de tensión mientras gritaban
insistentemente: «¡Asesino!».
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