La muerte ayer de un conocido periodista y de un importante
empresario checheno en un misterioso accidente de avión, que se ha
cobrado la vida de nueve personas, desató en Rusia fuertes
sospechas sobre un posible atentado. Personalidades políticas y
medios de comunicación aludieron expresamente a un posible acto
terrorista, después de que un pequeño reactor Yak-40 se estrellara
en el aeropuerto Sheremétievo-1 de Moscú. Las sospechas se debieron
a que entre los pasajeros estaban el periodista Artiom Borovik,
propietario del semanario «Versia» y otras publicaciones críticas,
y el presidente del influyente Grupo Alliance, Ziya Bazháyev.
La mayoría de las versiones sobre un atentado aludieron a un
acto de «venganza» contra Artiom Borovik por sus anteriores
investigaciones periodísticas o para impedir nuevas revelaciones.
Pero el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, ex KGB) sólo habló
de un posible acto terrorista para atribuirlo, sin prueba alguna, a
«bandidos chechenos», al igual que los misteriosos atentados que
sirvieron de pretexto al Kremlin para lanzar la actual guerra
chechena.
Aleksandr Zhdanóvich, portavoz del FSB, afirmó que la guerrilla
chechena intentaba «extorsionar» a Bazháyev y que éste se negaba a
pagar, por lo cual supuestamente pudo ser eliminado.
El Yak-40, con capacidad para 30 personas, cayó a tierra por
causas desconocidas desde unos 50 metros de altura a los pocos
segundos de despegar, con cinco tripulantes y cuatro pasajeros a
bordo, rumbo a Kiev, la capital ucraniana. Las autoridades rusas
admitieron que la investigación no excluía ninguna eventualidad,
«desde un fallo de los motores hasta un atentado».
EXPLOSIONES
La Compañía Aérea de Vólogda, propietaria del avión, declaró que
éste no había agotado su período de vida útil, de 25 años, y que el
comandante era uno de los pilotos más experimentados de la empresa.
La emisora «Eco de Moscú» afirmó que, «según varios testigos, se
oyeron una o varias explosiones» antes de desplomarse el avión,
cuyos restos, extrañamente, casi no se incendiaron.
Hijo de un legendario corresponsal soviético en Washington,
Artiom Borovik se había destacado a sus 38 años como periodista de
investigación especializado en escándalos de corrupción.
Presentador de un famoso programa de denuncias en televisión y
dueño de dos títulos de contenido agresivo, el semanario «Versia» y
el mensual «Sovershenno Sekretno» (Top Secret), Borovik «había
recibido muchas amenazas», según su padre. Borovik desveló varios
escándalos del mundo financiero y de la todopoderosa oligarquía
rusa. Ziya Bazháyev, de 40 años, nació en Achjói-Martán, ciudad
próxima a Grozni, capital de la separatista Chechenia, y estaba
vinculado desde hace muchos años al mundo de los negocios.
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