«Sí, prometo», dijo Lagos, con voz firme, los ojos brillantes y la
mano derecha sobre el corazón, cuando el presidente del Senado,
Andrés Zaldívar, le tomó el juramento. Con esa respuesta, el
dirigente socialista, quien se declara agnóstico, se apartó de la
tradicional fórmula de «Sí, juro» utilizada para prometer el
respeto a la Constitución y a las leyes chilenas. Lagos, de 62
años, llegó a la presidencia de Chile respaldado por la coalición
centro-izquierda que ha gobernado desde 1990, cuando el país
recuperó la democracia tras el régimen militar de Augusto Pinochet
(1973-1990).
Precisamente, ésta fue la primera ocasión en la que el anciano
general, de 84 años, estuvo ausente en una investidura presidencial
en la reciente historia del país, ya que se encuentra en una
residencia veraniega situada a una hora de Valparaíso. El sillón de
Pinochet, que es senador vitalicio, fue ocupado por uno de los
1.123 asistentes a la investidura presidencial, tanto chilenos como
extranjeros, que tuvieron que apretarse para caber en el Salón de
Honor del Congreso chileno. Zaldívar calificó como «prudente» la
ausencia de Pinochet en el acto. Desde que el ex dictador asumió su
escaño, hace dos años, la presencia del general retirado en el
Parlamento ha suscitado numerosos actos de protesta.
Lagos asumió la presidencia vistiendo un traje oscuro y corbata
roja. En la ceremonia no hubo discursos oficiales, ya que el nuevo
gobernante ha preferido dejarlos para otras ocasiones populares que
formarán parte de las ceremonias del traspaso del poder. Lagos es
el segundo presidente de ideología socialista que asciende al poder
en Chile. El primero fue Salvador Allende, derrocado por Pinochet
en 1973 y quien se suicidó de un tiro en la boca en su despacho
presidencial del Palacio de La Moneda cuando consideró que había
perdido el poder.
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