La sociedad rusa, con los familiares de los tripulantes del
submarino hundido al frente, aguardaba ayer impotente y con
creciente desánimo el desenlace de los trabajos para rescatar a los
116 marinos atrapados en el «Kursk».
«No puedo ni llorar», dijo Viktoria Belogunia, esposa de un
oficial del «Kursk», al expresar el drama que viven desde hace días
los familiares de la tripulación. «No puede haber nada más horrible
que la incertidumbre cuando contemplas el sufrimiento y no puedes
hacer nada por ellos», añadió Victoria, sin ocultar un reproche
hacia las autoridades castrenses que ocultan la magnitud de la
tragedia.
«El domingo fue un infierno para todos, ninguna información,
únicamente rumores, cada telediario nos parecía una sentencia de
muerte», declaró la mujer. «Dios salve a los 107 tripulantes del
submarino nuclear «Kursk» que está hace no se sabe cuántos días en
el fondo del mar», afirmó en un comunicado la fundación «Derechos
de Madre», que reúne a deudos de militares rusos muertos en tiempo
de paz. «Del enorme submarino se habla y se escribe como si fuese
algo vivo y dueño de sus actos, que suspendió su marcha, que se
posó en el fondo del mar, que no se comunica con la base. Todo es
mentira», denunció la fundación.
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