Minutos después de admitir su derrota, el demócrata Albert Gore
recobró la esperanza de ser presidente de Estados Unidos y pasó, al
igual que sus seguidores, la noche más insólita de su vida. Gore se
encontraba ayer a la espera de un nuevo recuento de votos que
podría otorgarle la victoria en Florida y, en consecuencia, la
presidencia, cuyo sabor llegó a disfrutar durante algo más de una
hora el candidato republicano, George W. Bush.
A las 8.14 de ayer, hora española, las cadenas de televisión
estadounidenses anunciaron a bombo y platillo que Bush era el nuevo
presidente de Estados Unidos al haberse adjudicado los 25 electores
de Florida, que en ese momento otorgaban a cualquiera de los dos
candidatos la victoria en las elecciones. Pero el cómputo final
señala que Bush se habría impuesto en ese estado por unos
centenares de votos, lo que, según las leyes de Florida, obliga a
un nuevo recuento automático, explicaron los responsables de la
campaña demócrata en Nashville (Tennessee).
«Gore llamó al gobernador entre la 1.30 y la 1.45 (las 8.30 y
las 8.45 horas española) para admitir la derrota, basándose en que
los medios de comunicación anunciaban que la diferencia era de
50.000 votos», pero posteriormente conoció que esa distancia bajaba
a 6.000 y después a 1.000 votos, explicó horas después Douglas
Hattaway, portavoz de su campaña.
«Entre las 2.30 y las 2.35 (las 9.30 y las 9.35 hora española)
llamó de nuevo al gobernador. Fue un breve comentario que dejaré en
privado», agregó Hattaway entre las risas de los periodistas.
Algunos comentaristas señalaban que el diálogo de la segunda
llamada fue tenso y con graves descalificaciones entre ambos
candidatos.
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