Los líderes europeos empezaron a llegar ayer a Niza (Costa Azul
francesa) para la decisiva cumbre que se inicia y en la que
tratarán de cerrar la reforma de las instituciones, clave para la
ampliación de la Unión Europea al Este. Los gobernantes
comunitarios multiplicaron en las horas previas a la cumbre los
llamamientos al compromiso, para evitar que se repita el fracaso de
1997, cuando fueron incapaces de ponerse de acuerdo sobre cómo
debería repartirse el poder en una Unión con casi el doble de
estados miembros.
«Diré a mis colegas en Niza: seamos valientes», declaró el
canciller alemán, Gerhard Schroeder, desde Varsovia. «Que los
intereses nacionales queden en segundo plano y los intereses
europeos sean la prioridad». Por su lado, la presidencia de turno
francesa de la UE apelaba en París, por boca de la portavoz del
Elíseo, Catherine Colonna, al «espíritu de responsabilidad
colectiva».
A lo largo de diez meses de negociación en el marco de la
Conferencia Intergubernamental (CIG), cada gobierno se ha dedicado
casi exclusivamente a marcar lo que considera su territorio
infranqueable. Los «grandes» de la UE, con Alemania a la cabeza,
quieren más votos en el Consejo de ministros, donde se toman las
decisiones.
En este sentido, el Gobierno español confía que la Cumbre de
Niza culmine con éxito porque cree que hay muchas variables en
juego que, en lugar de suponer un obstáculo, pueden facilitar los
acuerdos finales, en los que espera que España, «funcionalmente»,
se equipare al resto de los países grandes. Con ese objetivo
viajará ayer a Niza José María Aznar, quien, según fuentes
oficiales, acude a la ciudad de la Costa Azul sin posiciones
cerradas y con una actitud flexible para la adopción de decisiones
que garanticen el funcionamiento de la Unión ante sus próximas
ampliaciones.
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