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El proyecto de ley sobre el futuro estatuto de Córcega puso ayer al rojo vivo la «cohabitación» gala, al aplazar el presidente, Jacques Chirac, su adopción por el Gobierno, lo que trastoca los planes del primer ministro, Lionel Jospin. Las tradicionales divergencias entre el neogaullista Chirac y el socialista Jospin sobre la autonomía de Córcega se convirtieron hoy en un tenso pulso entre las dos cabezas del Ejecutivo, cuando el presidente decidió parar los pies al primer ministro.

En un inesperado golpe de mano, el jefe de Estado decidió ayer borrar del orden del día del Consejo de Ministros de hoy el debate y la prevista adopción del controvertido proyecto sobre el futuro estatuto de Córcega, elaborado bajo la batuta de Jospin. Chirac argumentó que el Gobierno debe retocar el texto a fin de disipar las «dificultades constitucionales» que ese proyecto plantea a los ojos del Consejo de Estado, órgano que asesora al Gobierno en materia de proyectos de ley o decretos.

El pasado jueves, el Consejo criticó varios puntos de esa iniciativa destinada a otorgar una autonomía limitada y escalonada a Córcega, cuyo desarrollo está minado desde hace décadas por la corrupción, las rivalidades de clanes y el terrorismo separatista. Ese órgano consultivo no bendijo varias disposiciones que ya denunciaba desde hacía tiempo el presidente, entre ellas la enseñanza obligatoria del corso -salvo si los padres se oponen- en los parvularios y escuelas primarias.