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EFE - JERUSALÉN Los organismos de seguridad de Israel se encontraban ayer en estado de alerta máxima en previsión de un posible atentado de extremistas palestinos, mientras el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Simón Peres, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Yaser Arafat, se entrevistaron ayer de forma imprevista en El Cairo tras haberse reunido, por separado, con el presidente egipcio, Hosni Mubarak. El estado de alerta fue decretado a raíz de «informaciones serias» sobre un inminente atentado de extremistas palestinos o de un ataque de milicianos de la «Intifada» contra la ocupación israelí.

A este respecto, el ministro de Defensa israelí, Benjamín Ben Eliezer, afirmó ayer en la reunión semanal del Consejo de Ministros que «ningún ataque palestino pasará sin una reacción» de las Fuerzas Armadas. En este estado de cosas, Peres viajó ayer por la mañana a Egipto para entrevistarse con el presidente Mubarak, el principal mediador del mundo árabe entre Israel y la ANP de Arafat. También éste se reunió con Mubarak, quien al igual que otros jefes de Estado árabes y la comunidad internacional teme el estallido de un conflicto armado generalizado entre israelíes y palestinos y en Oriente Medio. Peres y Arafat se reunieron más tarde, aunque ninguna de las dos partes entró en detalles sobre los asuntos tratados entre el líder palestino y el responsable de la diplomacia israelí.

Al término de su encuentro con el presidente egipcio, Peres pidió a Arafat que tome las medidas necesarias para poner fin a la violencia. Antes, Arafat había acusado a Israel de «continuar su criminal agresión contra nuestra tierra y nuestro pueblo», y denunció el bloqueo militar israelí a los territorios autónomos. Mientras, colonos del enclave judío de Hebrón, la «Ciudad de los patriarcas» bíblicos, evacuaron ayer una casa del casco viejo de la localidad, la «kashba», que habían ocupado el sábado por la noche en protesta por ataques de milicianos palestinos. Fuentes policiales israelíes, que informaron ayer de la retirada de los colonos -que alegaron que se trataba de una vivienda perteneciente a judíos- no informaron de incidentes.