Cada día surgen nuevos detalles sobre cómo los teléfonos móviles se
convirtieron en el único medio por el que muchas víctimas atrapadas
en las Torres Gemelas y en los aviones secuestrados pudieron
despedirse de sus seres amados con un último «te quiero». «Cariño,
no lo voy a lograr. Voy para arriba», fueron las últimas palabras
que recibió la mujer de Alan, un corredor de bolsa que estaba en el
piso 105 de una de las Torres Gemelas, poco después de que un avión
embistiera el rascacielos. Previamente, había intentado bajar a la
calle por las escaleras, pero al no poder hacerlo, decidió subir a
la azotea, quizá con la esperanza de un rescate que no llegó.
Mark Bingham, que viajaba en el avión que se estrelló cerca de
Pittsburg, telefoneó a su madre minutos antes de la caída para
despedirse: «Sólo llamo para decirte que te quiero». Algunos
tuvieron mayor fortuna. «Voy a intentar bajar. Si no lo consigo, te
quiero», dijo a su mujer el colombiano Francisco Parachina desde el
piso cincuenta. Afortunadamente, lo logró. Mensajes similares se
produjeron entre muchas de las víctimas y sus seres queridos
gracias a esos aparatos, a veces tan molestos.
Muchas personas que observaban en directo lo que ocurría en las
Torres Gemelas y tenían familiares o amigos en su interior pudieron
contactar o ser llamadas gracias a esos teléfonos y saber así que
se habían salvado. Otra función que tuvieron los móviles fue la de
informar y alertar. Los pasajeros del vuelo secuestrado poco
después de partir de Newark fueron avisados de que otros dos
aviones habían sido lanzados contra las Torres Gemelas.
Ello llevó a los pasajeros a intentar reducir a los terroristas
o, al menos, como se supone que ocurrió, impedirles que perpetraran
el ataque planeado y que al parecer era dirigir el avión contra la
Casa Blanca. Y aún más: una persona atrapada entre los escombros de
las Torres Gemelas pudo indicar que estaba viva gracias a las
señales que emitió con su móvil.
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