Mezquitas, escuelas y centros comunitarios árabes y musulmanes en
EEUU intensificaron ayer sus medidas de seguridad tras docenas de
incidentes violentos en todo el país que incluyen dos asesinatos en
Arizona y Texas. Ante el temor a las represalias, el presidente de
EEUU, George W. Bush, visitó un centro islámico para dejar claro
que «los ciudadanos musulmanes también aman a su bandera», dijo el
portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer. El director de la
Oficina Federal de Investigaciones, Robert Mueller, aseguró que se
han abierto ya 40 investigaciones de delitos raciales y afirmó que
el organismo que dirige «perseguirá e investigará intensamente
estos incidentes» orientados contra árabe-estadounidenses.
Las represalias se han sucedido en todo el país a diferentes
niveles y los dos casos más graves ocurrieron en Phoenix (Arizona)
y Dallas (Texas), tras la conmoción causada por los atentados en
Nueva York y contra el Pentágono. Balbir Singh Sodih, de 49 años,
un sij de Punjab, que vivía en EEUU desde hace 10 años ahorrando
dinero para regresar y reunirse con su esposa e hijo, murió a la
puerta de su estación gasolinera en Phoenix el pasado sábado. Frank
Roque, de 42 años, presunto autor de los disparos, se dirigió
veinte minutos después a otra estación gasolinera e intentó matar
con el mismo revólver a otro inmigrante de piel oscura, un libanés
que salió ileso del atentado.
En Dallas, la policía investiga si el asesinato de un
dependiente paquistaní en un comercio está relacionado también con
la ola de incidentes contra musulmanes. En Nueva York, un llamada
telefónica anónima a una escuela islámica en la que un hombre
amenazó con hacer volar el edificio, obligó a cientos de niños a
evacuar las aulas y regresar a sus hogares. En Texas, desconocidos
lanzaron bombas a una mezquita y en Wyoming un grupo de hombres
acorraló a una mujer que se cubría la cabeza con un velo
(chádor).
Un 30 por ciento de los taxistas de Chicago, la mayoría
inmigrantes de Oriente Medio o extranjeros de piel oscura, no
salieron a trabajar en las calles. En Estados Unidos viven de 6 a 7
millones de musulmanes, casi el mismo número de judíos, lo que hace
del Islam una de las grandes religiones del país. La secuencia de
actos racistas contra los sospechosos habituales es una expresión
de los prejuicios a flor de piel e ignorancia de algunos
estadounidenses, que consideran poco confiables entre otros, a los
sijs, que usan turbantes y llevan barbas.
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