El capellán mallorquín Francisco Dolç vive en Elisabeth, estado de
New Jersey. Allí tiene su parroquia, Inmaculate Heart of Mary, un
antiguo centro de ocio reconvertido en una Iglesia de dos pisos.
Dolç nació en el pueblo de Santa Maria, y visita Mallorca
periódicamente, pero también está muy arraigado a su patria
adoptiva que le acogió desde hace cuatro décadas. Lleva tanto
tiempo en Norteamérica que no es extrano que diga: «Yo vi durante
los 60 el skyline de Nueva York sin las Torres Gemelas. Recuerdo
cómo se iba construyendo la primera a principios de los 70, creo
que en 1973. La segunda se empezó a edificar en la segunda mitad de
esa década. Pronto nos acostumbramos a verlas, como si siempre
hubiesen estado allí. Ahora, 30 años después, han vuelto a
desaparecer de nuestra vista, porque las han destruido. Sin duda,
se trata del peor acontecimiento que he vivido en los EE UU. Esto
no tiene precedentes. Ayer oficié dos misas en la parroquia y vi
cómo la gente no podía contener la emoción».
ENVIADOS ESPECIALES A NUEVA YORKMuchos de sus feligreses son de origen latino, colombianos en su
mayoría. Pero también hay gente de México, de la República
Dominicana, de Puerto Rico. Emigrantes que se han integrado a la
perfección en la tolerante vida de Nueva York. Muchos de ellos
realizaban trabajos en el World Trade Center. A veces, los más
modestos oficios, pero igualmente importantes: servicios de
hostelería, de limpieza, de mantenimiento. Por eso no es de
extrañar que el terrible atentado haya causado una auténtica
conmoción entre la comunidad hispana. Contaba Dolç que la primera
misa dominical no tuvo precendentes en su parroquia, cuya imagen
más venerada es el «Divino niño», muy conocida en Colombia. «El
próximo domingo realizaremos una procesión para venerar esta
imagen, tan querida por la gente de aquí. Será una celebración en
solidaridad con todas las familias que han perdido a algún familiar
en el atentado».
Dolç tiene un gran aprecio por el pueblo norteamericano, aunque
a veces lo critique: «Creo que lo que ha pasado ha sacudido
enormemente la conciencia americana, dormida por el consumismo.
Pero los americanos también tienen alma, sentimientos, siempre han
sido muy caritativos y generosos. Ya lo pude comprobar cuando
ocurrió el desastre del huracán Mitch. Ahora, esta tragedia está
haciendo mella en ellos, sufren mucho y lo pasan muy mal. En la
misa de hoy he señalado que precisamente no necesitábamos muchos
sermones, que los hechos hablaban por sí mismos, y que es difícil
de comprender toda esa violencia desatada por unos fanáticos. No,
no se trata de un enfrentamiento entre la religión cristiana y la
musulmana, es una cuestión de fanatismo». En Nueva York, pese a las
primeras y desinteresadas muestras de solidaridad con los
desaparecidos, están surgiendo "como era de esperar" los primeros
oportunistas. La policía controla ahora más que nunca que no se
realicen estafas masivas al abrirse cuentas benéficas falsas, como
ya ha sucedido varias veces. Dolc, que conoce bien la metrópolis,
asegura: «En una ciudad como ésta enseguida surgen los
oportunistas, incluso en un momento tan delicado. Lo que hay que
ver». Hasta el domingo el capellán franciscano había oficiado un
total de cuatro eucaristías en memoria de los desaparecidos.
Francisco Dolç estuvo en todo momento muy interesado en cómo se
seguían los acontecimientos desde Mallorca y se preocupó por la
percepción que hubieran podido tener los baleares de la tragedia.
Pese a que sus familiares le habían llamado para saber cómo se
encontraba, y conocía de primera mano la versión española de los
hechos, nos pidió si podiamos ofrecerle algun ejemplar de
Ultima Hora Como no teníamos ninguno a mano, nos
ofrecimos para conectarle a la página web del periódico. Así pudo
leer las informaciones que este rotativo había ofrecido desde el 11
de septiembre hasta el domingo. Ya en Jersey City, frente a la
Estatua de la Libertad, el religioso mallorquín pudo ver una vez
más el perfil de Manhattan, con la gran masa de humo emergiendo
entre los rascacielos. «Están tratando los gases con químicos, pero
parece que no se van a ir tan fácilmente», comentaba atónito Henry,
que repetía una y otra vez que no se creía que hubiese sucedido una
cosa así. Dolç se lamentó de las pérdidas humanas y reflexionó
sobre los posibles «sin papeles» que nunca serán incluidos en las
bajas. El lunes, Nueva York amaneció diferente, más activa que en
los últimos días. La gente volvía a la actividad y se hablaba ya
con énfasis de una recuperación.
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