Vicente Pouso es mallorquín y trabaja como fotógrafo en la revista
«Elle» en pleno centro de Manhattan. Estudió en el colegio Eugenio
López y en la Escola d'Arts i Oficis de Palma. Más tarde partió
hacia México para ubicarse, poco después, en la ciudad de los
rascacielos. Ahora, Pouso está serio y decididamente reflexivo.
Actualmente reside en la Avenida C, entre la 7 y la 8,
aproximadamente a tres kilómetros de las Torres Gemelas: «La ciudad
está muy rara. Se la ve diferente. No me enteré del atentado porque
estaba dormido. No es nada raro, mucha gente de la ciudad no se dio
cuenta de lo que estaba sucediendo hasta varias horas después. Me
quedé sin luz ni teléfono y poco a poco empecé a sentir el alboroto
de la gente. Pensé que se trataba de una manifestación. Me di
cuenta de que pasaba algo gordo, salimos a la calle, que estaba
insólitamente desierta. Vimos los aviones que surcaban el cielo y
nos empezamos a hacer preguntas a una velocidad increíble»,
asegura.
ENVIADOS ESPECIALES A NUEVA YORKPouso se puso en contacto con su padre, Jose Vicente, residente
en sa Indioteria. Le tranquilizó y le dijo que estaba bien y que se
encontraba a salvo. «No sé cómo se vivió en Mallorca el
acontecimiento, pero creí imprescindible informar a la familia dado
el revuelo que se estaba montando en televisión. Sigo estando
terriblemente desconcertado. Trato de llegar a una conclusión sobre
lo que está pasando y no la encuentro. Los primeros días se
respiraba una sensación de terror. La gente estaba muy hermanada.
Al tercer día surgió la angustia, poco después la rabia. Solía
subir a menudo a las Torres Gemelas, era un sitio increíble y
además, una visita obligada cuando venían los amigos».
«En fin, todos los imperios han caído y esta vez no tenía por
qué haber una excepción», dice. Vicente dice que volverá esta misma
semana a su trabajo habitual, fotografiar elegantes piezas de alta
costura. Durante los últimos días ha tenido tiempo de analizar la
reacción de los 'new yorkers': «Es increíble, pero aquí en USA
viven como en una burbuja, no salen ni ven demasiada información de
fuera. No saben qué pasa realmente en el mundo. Es una sociedad de
bienestar y tranquilidad que está como fuera de lugar. A un
americano medio le pronuncias la palabra comunismo y parece que has
invocado al diablo. Pero resulta que ahora la reacción es de
revancha, de odio. La gente ha destapado su patriotismo de una
forma inusual sin conocer otra realidad que la suya. Es esta
reacción la que me asusta, la que más miedo me da», concluye. Poco
después, montado en su bicicleta, se dirigió hacia un póster que
decía «Prayer is our best weapon» ('rezar es nuestra mejor arma').
Frente a una bandera americana se tapó primero los oídos, luego la
boca y a continuación los ojos. «No sé lo que nos está pasando»,
dijo. Después de estas declaraciones se despide amablemente y
desaparece entre los rascacielos.
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