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TONI LIMONGI/GORI VICENS El martes abrieron la zona más restringida de Wall Street, a unos pocos metros del Ground Zero, el desaparecido World Trade Center. El ambiente era indescriptible. Cientos de policías, camiones llenos de soldados, yuppies que entraban y salían de la recién abierta Bolsa de Nueva York, curiosos infatigables con sus cámaras y periodistas de toda condición y color. El corazón financiero de América volvía a respirar, con dificultad, pero también con síntomas de recuperación. Una gran bandera norteamericana cuelga en la entrada de este emblemático edificio en un alarde de exagerado patriotismo.

ENVIADOS ESPECIALES A NUEVA YORK

Ha sido un gran cambio respecto a los otros días. El domingo pasado la zona estaba completamente acordonada y las zonas del Soho, Tribeca, Financial District, Battery Parc City se encontraban prácticamente paralizadas, sin vida. La apertura de Wall Street significa que sólo queda en NY un único reducto vetado a la población, el que limita a la zona de los escombros. Aún perdura el olor fuerte y sigue habiendo humo, pero la gente puede pasear de forma controlada con sus mascarillas. Mientras, los barrios de Little Italy y Chinatown ya han adquirido su pulso normal, si bien las calles siguen repletas de carteles con miles de desaparecidos y la tristeza se mantiene latente en el ambiente.

En el distrito financiero, la policía del Estado grita todo el tiempo «keep moving» (muévanse) y nadie puede pararse más de medio minuto en la calle. El sistema de producción capitalista ya se ha activado, rentabilizando a toda costa la tragedia que ha costado la vida a más "dicen ya" de 5.000 personas. En todas las tiendas de la Gran Manzana se venden fotos de las Torres Gemelas a dos dólares. Cerca de la zona acordonada se pueden adquirir camisetas de Bin Laden con el eslogan impreso en letras del Far West: «se busca vivo o muerto». El enemigo de América comienza a tener una presencia tangible en la Gran Manzana, a través de pósters y graffitis. Los artistas también han querido captar la magnitud del momento, y ya a primeras horas instalaban sus caballetes frente a los militares, siempre impasibles.