La milicia integrista islámica talibán se tambalea política y
militarmente al cumplirse ayer el quinto aniversario de su entrada
triunfal en Kabul y la asunción formal del poder en Afganistán. Los
atentados en Nueva York y Washington les han puesto en contra del
mundo entero y empujado a un precipicio que podría ser el comienzo
de su final, según observadores en la zona. La primera guerra del
siglo XXI, como dijera el presidente Bush, está virtualmente en
marcha. Tropas del Ejército de EE UU llegaron ya a la región,
aviones y portaaviones de guerra se preparan para erigir en el
golfo Pérsico la infraestructura bélica de Washington, y militares
de la Casa Blanca discuten con el Gobierno de Pakistán el uso de su
espacio y bases aéreas durante un eventual ataque contra el país
vecino.
Los talibán aseguran haber comenzado el despliegue de 300.000
combatientes en lugares claves, aunque expertos en la zona no creen
que cuenten con más de 50.000 hombres. Algunos, al parecer, han
empezado a abandonar las filas de los talibán, entre ellos varios
jefes de guerra en las regiones de Paktia, Nangahar, Laghman y
Kunar, al este y al sur de la capital. Según las informaciones de
varios medios de comunicación llegadas a la capital paquistaní,
oficiales y soldados del régimen de Kabul están desertando y los
controles impuestos por los talibán en las carreteras
disminuyen.
Tal vez por ello los talibán están buscando una forma de evitar
el ataque. Así, tras conocerse que una nueva delegación paquistaní
visitará hoy este país, el reverendo Jesse Jackson aseguró haber
recibido una invitación para mediar entre las partes, una medida
que no cuenta con el apoyo de Washington, que la considera sólo una
forma de «intentar hacer tiempo». El propio reverendo negó ayer que
tuviera intención de aceptar la propuesta.
Algunas informaciones indican también que parte de la población
civil se está desplazando hacia las zonas rurales en el 10 por
ciento del territorio del norte del país, que está bajo control de
la oposición agrupada en la Alianza del Norte. «Hombres y niños
mayores de trece años están siendo arrestados sin ningún tipo de
cargos. Esto es, creo yo, por temor a un levantamiento en Kabul»,
declaró el ministro de Asuntos Exteriores de la Alianza del Norte,
Abdullah Abdullah. Pero coincidiendo con el quinto aniversario de
la toma de Kabul, el líder supremo de los talibán, el «mulá»
Mohamed Omar, advirtió a los EE UU de que correrá la misma suerte
que Rusia si se enzarza en una guerra contra su país. «En el
supuesto de una intervención en Afganistán no habrá diferencias
entre Rusia y América», aseguró el «mulá» Omar en obvia alusión a
la intervención de las tropas soviéticas en 1979 para apoyar al
gobierno comunista afgano y su retirada en 1989.
Aprovechando los preparativos de un ataque militar
estadounidense, tropas de la Alianza del Norte lanzaron una
ofensiva contra las posiciones de los talibán en varias provincias
norteñas, y según fuentes de la oposición han ganado territorio en
diversos frentes. Contactos de algún gobierno extranjero con el
antiguo rey afgano Zahir Shah, refugiado en Italia, e informaciones
de que varias naciones podrían incrementar su ayuda militar a la
Alianza del Norte apuntan a que se prepara una alternativa al
gobierno de los talibán.
La Alianza del Norte confía en que Estados Unidos bombardee los
puntos vitales de los talibán para que las fuerzas opositoras
puedan asestar el golpe definitivo a los integristas en las
provincias y lanzarse a la conquista de Kabul. Representantes de la
Alianza en Dushambé indicaron que darían la bienvenida a ataques
selectivos de la aviación estadounidense contra «determinados
blancos» militares talibán que los opositores «están listos para
comunicar» a los norteamericanos. Si los EE UU prestan cobertura
aérea a las unidades de vanguardia de la Alianza, «se puede
completar la derrota de los talibán sin asistencia exterior»,
señalaron. Sin embargo, previnieron a los participantes en un
eventual ataque aéreo que los talibán poseen «cerca de un centenar
de misiles Stinger» capaces de abatir cualquier avión a baja altura
y que podrían complicar una operación desde el aire.
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