En cuestión de minutos, la Fuerza Aérea estadounidense tendrá la
posibilidad de derribar aviones de pasajeros secuestrados, una
competencia que, en último término, puede acabar recayendo en dos
generales de medio rango. El presidente de EE UU, el jefe del
Pentágono, los comandantes de los altos mandos militares y dos
generales de mediano rango podrán dar esa orden, tras la nueva
situación creada por los atentados cometidos con aviones de
pasajeros secuestrados por terroristas, que han causado casi 7.000
muertos.
La Fuerza Aérea ha modificado sus reglas de combate para
permitir una situación hasta ahora nunca analizada y adaptarse a
que, desde los atentados del 11 de septiembre, EE UU es consciente
de que las amenazas a su seguridad provienen más de dentro del país
que del exterior, como se pensaba desde la Guerra Fría. «Siempre
estábamos mirando afuera, no dentro, y ahora la situación es
claramente diferente», dijo hoy el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld.
Dos generales de medio rango han sido autorizados por el
presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para dar la orden de
abatir aviones con pasajeros que amenacen a las ciudades
norteamericanas. Eso ocurriría en el caso de que un posible
atentado pudiera producirse en cuestión de minutos y hubiera tiempo
a que los generales consultasen con sus superiores inmediatos, con
el jefe del Pentágono o con el presidente. «Esas acciones llegarían
sólo como el ultimísimo recurso», aseguró ayer Scott McClellan,
portavoz de la Casa Blanca.
«Se han aplicado muchas salvaguardas», señaló también el
secretario de Defensa, quien quiso así transmitir el mensaje de que
es seguro viajar en un avión comercial en este país. Cada día, unas
7.000 aeronaves recorren el espacio aéreo estadounidense. Los
poderes especiales han sido otorgados a un general de dos estrellas
de la base aérea de Tyndall, en Florida, Larry Arnold, quien
tendría competencias en 48 estados, y a otro general de tres
estrellas de la base Elmendorf, en Alaska, Norton Schwartz, que se
encargaría de ese estado únicamente. Por otro lado, a pesar de la
rápida movilización de tropas, aviones, buques de guerra y
reservistas, la principal prioridad del momento en el Pentágono es
el espionaje y se descarta un ataque inminente y masivo. «El
espionaje es la clave», afirmó el general Henry Shelton, jefe de la
Junta de Estado Mayor que ayer se despidió del cargo en plena
campaña bélica.
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