La Agencia Central de Información (CIA) de EE UU sopesa, con la
venia del presidente George Bush, la posibilidad de llevar a cabo
misiones secretas para asesinar a líderes terroristas determinados
e incluso a quienes les apoyan. Las fuentes, citadas ayer por el
diario «The Washington Post», afirman que, en paralelo a los
bombardeos en Afganistán, la CIA contempla la posibilidad de llevar
a cabo misiones clandestinas para eliminar físicamente a
determinados individuos, por primera vez desde los asesinatos
políticos que le fueron atribuidos en la década de los 70.
El Congreso autorizó a Bush a usar «toda la fuerza necesaria y
adecuada contra todas aquellas personas que planearon, autorizaron
y cometieron o ayudaron a los terroristas» que destruyeron las
Torres Gemelas de Nueva York y una parte del Pentágono, en
Washington, el 11 de septiembre. A pesar de que el apartado dos del
artículo segundo de la Constitución de EE UU permite que se ordene
la muerte de un enemigo individual en defensa del país, el tipo de
operaciones clandestinas que sopesa la CIA se enfrenta a problemas
legales.
Los gobiernos de EE UU anteriores a Bill Clinton (1993-2001)
tenían prohibido a la CIA los asesinatos políticos, pero tras
diversos atentados terroristas contra intereses estadounidenses
internacionales ese presidente dejó espacio para concretar esa
clase de objetivos en 1998. «The Washington Post» dice que dos
proyectos de memorandos secretos -uno de Clinton en 1998 y otro de
Bush tras los atentados del 11 de septiembre- han permitido a la
Casa Blanca llegar a la conclusión de que las órdenes ejecutivas
que prohíben esos asesinatos no inhiben legalmente al presidente
para eliminar a los dirigentes terroristas a través de operativos
encubiertos.
Por su parte, Bush hizo hincapié en que los estadounidenses
deben ser pacientes al entrar hoy en su cuarta semana los
bombardeos contra Afganistán, con una férrea resistencia talibán.
El mandatario norteamericano ha repetido que la campaña contra el
disidente saudí Osama Bin Laden, al que acusa de ser el cerebro de
los atentados del pasado 11 de septiembre, y sus protectores
afganos «es sólo la primera batalla en la guerra contra el
terrorismo».
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