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«He vivido bastante intensamente el siniestro aéreo», declaraba ayer el mallorquín Pascual Martínez, clarinetista de la Filarmónica de Nueva York. «El motivo de mi inquietud se debe a que mi novia, Cristina Sánchez, había partido a primera hora de la mañana al aeropuerto de La Guardia. Hacía un tiempo que nos habíamos despedido en el taxi cuando me llamó diciendo que habían suspendido todos los vuelos a causa del accidente. Hubo momentos de gran confusión, pero finalmente Cristina pudo volver con el metro. Al principio pensábamos que podía ser un atentado y nos sentíamos realmente confusos», concluyó aliviado.

El diseñador de moda de Calonge Sebastià Pons, residente en las proximidades de Chinatown, en Manhattan, se tomó los hechos con un poco más de calma. «Me he levantado y de repente, lo he visto todo en las noticias de la televisión. La gente de Nueva York está pasando un momento realmente malo».

El padre Francisco Dolç, cuya parroquia se encuentra en New Jersey, mostró ayer su preocupación, «ya que en ese avión viajaban muchos dominicanos. Justo el día anterior del siniestro una mujer de la República Dominicana de mi parroquia me avisó de que se iba a su país. Y ahora estoy intentando saber si esa persona estaba en el avión. Pero también hay que tener en cuenta que hay casi un millón de dominicanos en Nueva York, más que portoriqueños. Se puede observar desde aquí una intensa humareda negra realmente amenazante».

Finalmente, el escritor Hilari de Cara aseguró que «me he enterado de todo porque me han llamado desde Mallorca. Con el cierre del túnel de Queens se ha formado un gran atasco. En la primera avenida es muy dificultoso circular».