Aunque no se descarta nada, las autoridades de EE UU investigan el
siniestro del vuelo 587 de American Airlines ocurrido ayer, sobre
la base de que se trata de un accidente y no de un sabotaje. Se
espera que la localización de una de las cajas negras del aparato
que se estrelló en el barrio neoyorquino de Queens, permitirá
determinar las causas del accidente del Airbus A300, en el que
murieron sus ocupantes. American Airlines indicó que no se tiene
ninguna idea de las causas del siniestro, pero las autoridades
federales involucradas en la investigación, desde el Consejo
Nacional de Seguridad en el Transporte (NTBS) hasta el FBI dieron
desde el primer momento la sensación de que están ante un
accidente, no un sabotaje. «Toda la información que tenemos hasta
el momento indica que se trata de un accidente», dijo Marion
Blakey, directora del NTSB.
Añadió que la caja negra del aparato será enviada a Washington
para que técnicos oficiales puedan investigar los datos que
contiene, mientras se sigue buscando la otra caja negra, que
registra las conversaciones de la cabina de pilotaje. Blakey, al
igual que poco antes lo había hecho el portavoz de la Casa Blanca,
Ari Fleischer, destacó como «importante» el hecho de que no se
hubieran producido comunicaciones «inusuales» previas al siniestro
entre la cabina del aparato y la torre de control. Sin embargo,
todas las fuentes que informaron sobre el siniestro se curaron en
salud y subrayaron que, aunque no hay indicios de que haya sido un
acto terrorista, «no se puede descartar nada.» Fleischer rehusó
confirmar algunas informaciones anónimas según las cuales, el FBI
está investigando la posibilidad de que se hubiera producido una
explosión a bordo del aparato antes de que éste se precipitara
sobre un vecindario residencial de Queens.
Tras indicar que no podía confirmar esta posibilidad -que
acarrea la hipótesis de que pudiera tratarse de un atentado-
Fleischer recalcó que, según testigos presenciales, se habría
desprendido un motor, que cayó a tierra por separado del resto del
fuselaje. El portavoz de la Casa Blanca indicó que en el lugar del
siniestro están trabajando equipos del FBI y de la NTSB, que
investiga las causas. Igualmente señaló que el Pentágono ha tomado
las medidas militares necesarias para proteger al país, pero esto
no significa, según fuentes militares, que se hayan incrementado
las patrullas de cazas que vigilan el espacio aéreo desde los
atentados del 11-S.
El presidente George W. Bush tuvo noticia del accidente cuando
se encontraba reunido con su Consejo de Seguridad Nacional
analizando los últimos acontecimientos en Afganistán, e
inmediatamente habló por teléfono con el gobernador de Nueva York,
George Pataki, y con el alcalde de la ciudad, Rudolph Giuliani. «El
piloto tiró keroseno sobre la bahía de Jamaica antes de
estrellarse», dijo Pataki, y añadió que esto indicaría que el
piloto era consciente de que el avión tenía un «importante fallo
mecánico». Pataki dijo también que parecía que el piloto había
adoptado otras medidas para causar el menor número de víctimas en
tierra, destacando que el avión cayó casi como una piedra, sin
arrastrarse por la zona residencial y devastar en su camino otras
casas.
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