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F. PUCHOL-WASHINGTON La confirmación de que el presidente de EE UU, George W. Bush, supo meses antes del 11 de septiembre que se preparaban atentados contra EE UU desató ayer una gran polémica en el país y llevó a la oposición a criticar por primera vez el papel del presidente en los ataques terroristas y al Congreso a anunciar una investigación. En el pasado mes de agosto, cuando estaba de vacaciones en su rancho de Crawford (Texas), Bush fue informado por el Servicio Central de Información (CIA, por sus siglas en inglés) de que Al Qaeda, la red que dirige Osama Bin Laden, podía estar preparando acciones terroristas, incluido el secuestro de aviones de pasajeros.

La Casa Blanca reconoció la existencia del informe y aseguró que tomó «las medidas apropiadas» para responder a las advertencias, pero aclaró que ni Bush ni otros funcionarios fueron informados de que se pudieran utilizar aviones de pasajeros como misiles. «Desde el mes de mayo, el Gobierno recibió un número cada vez mayor de informaciones sobre amenazas contra intereses de EE UU o su territorio, la mayoría de ellas centradas en amenazas en el extranjero», dijo ayer el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer. Fleischer aseguró que a tenor de estas informaciones «se tomaron numerosas medidas para estrechar la seguridad» y se cursaron instrucciones a las embajadas estadounidenses e instalaciones militares, así como a otras instituciones. El portavoz subrayó que «había sospechas desde hacía tiempo por parte de los órganos de inteligencia, compartidas con el presidente, acerca de la posibilidad de secuestros aéreos».

«La información que recibió el presidente se refería a secuestros en el sentido tradicional, no a terroristas suicidas, no a la utilización de aviones como misiles», añadió Fleischer. Según la Casa Blanca, pese a la existencia de este informe, no se hubiera podido prevenir que dos aviones se estrellaran contra las Torres Gemelas de Nueva York. La revelación de estas informaciones y el hecho de que se divulguen ocho meses después del 11-S, suscitó críticas y dudas en la clase política y la opinión pública acerca de si se pudo hacer más por evitar los atentados más graves de la historia de EE UU.

No era la primera vez que la CIA o el FBI apuntaban a una posible acción de Al Qaeda en el país. Un mes antes, un agente del FBI de Phoenix (Arizona) escribió otro memorándum en el que establecía una conexión entre jóvenes procedentes de Oriente Medio que estudiaban en escuelas de aviación de EE UU y la red terrorista dirigida por Bin Laden.