Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y Francia, Jacques
Chirac, apostaron ayer en su cumbre del Mar Negro por un nuevo
ímpetu en las relaciones de París y Moscú, acorde con su papel de
«pilares» de la actual estabilidad europea.
Chirac concluyó sus dos jornadas de conversaciones con Putin con
una llamada a la cooperación ruso-francesa en un mundo en cambio,
gracias a la amistad de siglos entre los dos países, y sobre la que
sólo Napoleón se atrevió a tender una trágica sombra.
En el idílico escenario de la ciudad balneario de Sochi, en la
costa este del Mar Negro, Putin y Chirac hicieron votos de amistad
personal e identificaron a París y Moscú como «pilares» de la nueva
arquitectura de seguridad europea.
Rusia y Francia ya han acordado la creación de un Consejo de
Seguridad Conjunto que refuerza la tradicional independencia gala a
la hora de buscar sus aliados en la escena mundial y consolida la
apuesta pro occidental de Putin.
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