La firma de telecomunicaciones WorldCom inició ayer el trámite de
bancarrota más grande de la historia de Estados Unidos, y emprendió
una reorganización que puede satisfacer a los bancos aunque deje en
la ruina a los accionistas. El portavoz de la Casa Blanca, Ari
Fleischer, dijo que el presidente Bush «está muy preocupado por los
empleados y los accionistas (de WorldCom)».
La bancarrota de WorldCom es «simplemente el ejemplo más
reciente de las corporaciones que hacen cosas malas que dan lugar a
la necesidad de una acción del Congreso, y una acción esta misma
semana», dijo Fleischer. El trámite que inició WorldCom ante el
Tribunal del Distrito Federal del Sur de Manhattan coloca a la
firma fuera del alcance, por ahora, de sus acreedores, y posterga
los pagos de sus deudas, que suman unos 41.000 millones de
dólares.
En 1999, cuando WorldCom figuraba entre las inversiones
favoritas de los inversionistas, el valor de sus acciones superaba
los 120.000 millones de dólares, con cada acción cotizada en más de
62 dólares. El viernes pasado, cuando al cierre de operaciones de
la bolsa las acciones de WorldCom valían 9 centavos, los analistas
calcularon que el valor total de sus acciones estaba en los 200
millones de dólares.
WorldCom pidió al tribunal de bancarrota que apruebe una línea
de crédito de 2.000 millones de dólares, extendida por un consorcio
bancario que condicionó esa financiación a que la empresa se
declare en quiebra. El presidente de WorldCom, John Sidgmore,
aseguró que la empresa mantendrá los servicios que proporciona a 20
millones de clientes, entre los que se cuentan el Gobierno federal
y gobiernos estatales. «El valor de WorldCom no está en los
enchufes y cables que tenemos bajo tierra», dijo Sidgmore. Durante
el próximo año, aseguró Sidgmore, la firma, que ya dejó en la calle
a 17.000 trabajadores en un mes, eliminará otros 2.000 millones de
dólares en costos y se desprenderá de varias operaciones, como la
de telefonía móvil.
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