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Bagdad lloraba el sábado por las víctimas de la caída de un misil en un mercado del oeste de la ciudad que causó la muerte a 65 personas y extendió la convicción de que en la guerra no hay lugar seguro. Mientras aviones de guerra norteamericanos seguían bombardeando la capital iraquí.

Los velatorios se sucedían en el barrio de al Choola, escenario el viernes de la masacre y donde rompían en llanto mujeres chiíes vestidas de negro de los pies a la cabeza y clamaban venganza hombres con los ojos humedecidos.

Según fuentes hospitalarias, al menos una decena de mujeres y casi una veintena de niños murieron por la explosión, que se produjo al atardecer y cuando el mercado estaba todavía lleno de gente en busca de provisiones.

Entre los muertos y heridos había muchos adolescentes que tenían puestos de venta de tabaco, de productos de aseo, limpieza y de golosinas.

La matanza, la mayor de población civil en Bagdad desde el inicio del conflicto el pasado día 20, se produjo en una jornada de continuos bombardeos, que prosiguieron luego a intervalos durante la madrugada y se reanudaron el sábado.

Por otra parte, fuertes estallidos se escuchaban ayer en el sur del núcleo urbano, donde las baterías antiaéreas abrieron fuego varias veces contra escuadrillas de aviones de la coalición anglo-estadounidense, que parecían invisibles.

Entre los últimos objetivos alcanzados figuraba el Ministerio de Información, en el que está ubicado el centro de prensa oficial y sobre cuyo tejado las fuerzas de Defensa colocaron hace varias semanas una pieza de artillería.