«¿Qué culpa tenía mi pobre hijo?», solloza desesperado su padre,
ya anciano, sentado impotente al borde la carretera.
El tercer día de la ofensiva en Irak, Bassen y otras diez
personas circulaban por esta carretera en dirección a Basora, 55 km
al norte de la ciudad de Um Qasar, donde vivían. Todos ellos creían
que más al norte estarían seguros.
«Nos dispararon soldados británicos. Primero contra el automóvil
y después, cuando todos salimos del vehículo con las manos en alto,
siguieron atacándonos con metralletas», recuerda Hassem Farah, uno
de los ocupantes de la camioneta, que recibió un disparo en la
pierna y acudió cojeando este domingo a recuperar el cadáver de su
amigo.
Efectivamente, la carretera vecina está sembrada de cartuchos de
artillería pesada que dan fe de la violencia del ataque. La
camioneta estalló y quedó reducida a cenizas.
Además de Bassen, el conductor recibió un disparo mortal y
falleció horas después en el hospital de Um Qasar, donde también
fueron internados varios de los heridos, entre ellos una niña de 10
años.
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