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ALBERTO MASEGOSA-BAGDAD
Las tropas iraquíes se atrincheraban en las ciudades y la fuerza de la coalición anglo-estadounidense acechaba en el desierto y evitaba la lucha cuerpo a cuerpo al cumplirse el undécimo día de guerra. Irak dijo el domingo que el parón de la ofensiva terrestre era la prueba de que los soldados de la coalición «tienen miedo y la moral baja» en declaraciones que dejaban traslucir, no obstante, que el actual compás de espera no auguraba nada bueno.

Destacó que «hay confusión en las filas enemigas», que «tienen problemas en sus líneas de aprovisionamiento», y que todo ello explica «la petición de sus comandantes de que les envíen el refuerzo de 120.000 hombres». El panorama expuesto no coincidió, sin embargo, con el análisis que 24 horas antes hacía el vicepresidente iraquí, Taha Yasin Ramadán, sobre la decisión de la coalición de detener por unos días el avance. Interrogado en una rueda de prensa acerca de si consideraba que la táctica era «útil» para Irak, negó con la cabeza.

«Eluden el enfrentamiento. Por eso han detenido el avance y solicitado ayuda», afirmó el portavoz militar iraquí, general Hasan Al Raui, quien aseguró que la tropa de defensa mantiene sus posiciones en todos los frentes. El alto oficial desgranó un parte de guerra en el que subrayó que «cientos de soldados agresores han muerto y miles resultaron heridos», y que las fuerzas de la coalición han perdido «más de 130 tanques y carros blindados».

«¿Es que se han cansado sus soldados?, ¿Es que les hemos roto los planes?», preguntó a su vez. Tampoco el ministro de Defensa, el general Sultan Hashim Ahmed, se mostraba optimista al prever que tras el paréntesis los soldados norteamericanos intentarán entrar en Bagdad.

«En siete o diez días tratarán de venir aquí», dijo. El parón en la ofensiva terrestre no ha detenido además los bombardeos sobre las plazas cercadas; Basora, Nasiriya y Nayef, todas en el sur de Irak y a orillas del río Tigris, que con su gemelo oriental, el Eufrates, riegan la parte fértil del país.