La demostración de fuerza sindical en la huelga de ayer contra la
reforma de las pensiones, con cientos de miles de manifestantes en
la calle, obliga al Gobierno, que insiste en que no dará marcha
atrás, a mostrar flexibilidad para evitar la amenaza real de una
escalada de movilizaciones.
La propia Administración reconoció que sus trabajadores se sumaron
mayoritariamente al paro -57'52%-. Los propios turistas sufrieron
los efectos con el cierre de lugares como el museo de Orsay, la
torre Eiffel o el Palacio de Versalles.
En torno a un millón de personas desfilaron ayer en las 115
manifestaciones convocadas en todo el país en protesta contra los
planes del Ejecutivo, que deben presentarse en forma de proyecto de
ley el día 28.
Las marchas más numerosas fueron las de París -más de 250.000
participantes, según los organizadores, 75.000 según la policía- y
Marsella -150.000 de acuerdo con los organizadores-, en las que
dominaban los funcionarios, principales concernidos por la reforma,
y los empleados de empresas públicas con regímenes especiales de
los que no se ocupará el proyecto de ley.
Los transportes públicos estuvieron prácticamente paralizados,
con casi el 80% de los vuelos con origen o destino en un aeropuerto
anulados, menos de un tercio de los trenes de larga distancia, y
muchos menos en los servicios de cercanías.
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