Reunidos en el crucero de lujo «Silver Whisper», los presidentes
de los doce países de la CEI (excepto el azerbaiyano Gueidar Alíev)
insistieron en la necesidad de impulsar este organismo -que ha
visto reducido su peso internacional en los últimos años-, pero se
vieron arrastrados de nuevo por sus diferencias.
El proceso de integración europea, las crisis internacionales
-como las de Irak y Afganistán- y las dificultades para aunar las
políticas económicas en el espacio ex soviético fueron algunos de
los asuntos abordados en esta cumbre extraoficial.
Fue el mandatario ucraniano, Leonid Kuchma, quien abrió la cita,
en su condición de presidente del Consejo de Jefes de Estado de la
CEI, organismo que doce años después de su creación sigue siendo un
foro casi «virtual», donde priman las rencillas de sus
miembros.
La cumbre de ayer se dejó llevar por estas diferencias, sobre
todo entre Rusia y Georgia, cuyo presidente, Eduard Shevardnadze,
estuvo a punto de no asistir tras conocerse que el Kremlin había
invitado a las celebraciones de San Petersburgo a una delegación de
Abjasia.
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