En su rancho de Texas junto al primer ministro italiano, Silvio
Berlusconi, Bush consideró «completamente inaceptable» el
comportamiento de estos dos países y dijo que «los Estados que
apoyen el terror habrán de afrontar su responsabilidad».
Durante la invasión de Irak y tras el derrocamiento de Sadam
Husein, Washington criticó en reiteradas ocasiones a los Gobiernos
de Damasco y Teherán por considerar que no estaban colaborando en
la normalización y la estabilización del país vecino.
Las autoridades estadounidenses acusaron a Siria de haber
permitido la entrada de material militar en territorio iraquí
durante la guerra y de facilitar la escapada de numerosos
dirigentes del régimen de Sadam Husein a través de su frontera.
En el caso de Irán, uno de los países integrantes de lo que Bush
llama el «eje del mal», EEUU denunció que agentes iraníes se
infiltraron en el sur de Irak para influir en la población chií
(mayoritaria en el país) y tratar de establecer una república
islámica.
El presidente estadounidense añadió que «apoyar y dar refugio a
los terroristas socava las perspectivas de paz en Oriente Medio y
traiciona los verdaderos intereses del pueblo palestino». Según
subrayó Bush, en estos momentos «el terrorismo es el mayor
obstáculo para el surgimiento de un Estado palestino y todos los
líderes que persiguen esta meta tienen la obligación de respaldar
sus palabras con acciones concretas contra el terrorismo».
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