El teniente Antonio Trillanes, cabecilla de la sublevación, mostró su decepción por el desenlace de la asonada.

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ESTHER REBOLLO
La intentona golpista «ha concluido», anunció la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, tras 17 horas de asedio al edificio «Oakwood», que alberga comercios y apartamentos de lujo. Los amotinados se atrincheraron en la madrugada del domingo en el «Oakwood», pertrechados de armas, y amenazaron con hacer estallar explosivos si el Gobierno no escuchaba sus demandas.

Exigieron la dimisión de la presidenta Macapagal Arroyo; del ministro de Defensa, Angelo Reyes; del responsable de la Inteligencia Militar, Víctor Corpus; y del jefe de la Policía Nacional, Hermógenes Ebdane. A todos ellos les acusaron de corruptos, de orquestar los atentados que los pasados meses de marzo y abril dejaron 35 muertos en la sureña ciudad de Davao, de los que se culpó oficialmente al Frente Moro de Liberación Islámica; y de vender armas a los grupos insurgentes filipinos.

«Ha sido un triunfo de la democracia», manifestó la presidenta en un discurso televisado a la nación, y recalcó que lo ocurrido «de ninguna manera pone en peligro la seguridad nacional y la estabilidad política; es un asunto doméstico». La mandataria también confirmó que eran 296 los militares sublevados, de ellos 70 oficiales (tenientes y capitanes), y agregó que los amotinados no recibirán ningún tratamiento especial y serán investigados.