Acorralado, Shevardnadze ofreció los primeros síntomas de debilidad
después de tres semanas de revuelta popular. Anunció que su
Gobierno y la líder de la oposición, Nino Buryanadze, habían
empezado a negociar una salida a la crisis política a quien sus
partidarios proclamaron «presidenta interina», afirmó el
mandatario.
El día de ayer comenzó muy tenso, con desmentidos de
Shevardnadze respecto a la presunta proclamación del estado de
emergencia. Además, el máximo representante de la oposición
radical, Mijail Saakachvili, formuló un llamamiento a los
manifestantes congregados ante el Parlamento para que tomasen el
control del Ministerio del Interior y de la televisión estatal. La
situación se complicó aún más cuando la Guardia Nacional, formada
por cientos de agentes se unieron a la oposición.
Poco antes, el presidente georgiano se había mostrado «dispuesto
a discutir» la celebración de unas elecciones presidenciales
anticipadas si la oposición abandonaba los edificios oficiales que
había ocupado.
Ya por la tarde se presagiaba una salida a la crisis, sobre todo
después del ultimátum del líder de la oposición Mijail Saakachvili,
que instó a la población a dirigirse a la residencia del
presidente, a quien concedió un plazo de treinta minutos para
abandonarla. Fue entonces cuando emergió en todo su esplendor la
figura del ministro ruso de Exteriores, Igor Ivanov, que se reunió
con Shevardnadze y los dos líderes de la oposición, Saakachvili y
Zurab Jvania.
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