Miles de manifestantes toman las calles para celebrar la dimisión del presidente. Foto: GLEB GARANICH/REUTERS

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EUROPA PRESS-TIFLIS
El ex ministro ruso de Exteriores se vio superado por la situación y optó por dimitir y abandonar esta ex república soviética a bordo de su avión presidencial, quizás con destino a Alemania, ya que Berlín anunció anoche que sería bienvenido en este país.

Acorralado, Shevardnadze ofreció los primeros síntomas de debilidad después de tres semanas de revuelta popular. Anunció que su Gobierno y la líder de la oposición, Nino Buryanadze, habían empezado a negociar una salida a la crisis política a quien sus partidarios proclamaron «presidenta interina», afirmó el mandatario.

El día de ayer comenzó muy tenso, con desmentidos de Shevardnadze respecto a la presunta proclamación del estado de emergencia. Además, el máximo representante de la oposición radical, Mijail Saakachvili, formuló un llamamiento a los manifestantes congregados ante el Parlamento para que tomasen el control del Ministerio del Interior y de la televisión estatal. La situación se complicó aún más cuando la Guardia Nacional, formada por cientos de agentes se unieron a la oposición.

Poco antes, el presidente georgiano se había mostrado «dispuesto a discutir» la celebración de unas elecciones presidenciales anticipadas si la oposición abandonaba los edificios oficiales que había ocupado.

Ya por la tarde se presagiaba una salida a la crisis, sobre todo después del ultimátum del líder de la oposición Mijail Saakachvili, que instó a la población a dirigirse a la residencia del presidente, a quien concedió un plazo de treinta minutos para abandonarla. Fue entonces cuando emergió en todo su esplendor la figura del ministro ruso de Exteriores, Igor Ivanov, que se reunió con Shevardnadze y los dos líderes de la oposición, Saakachvili y Zurab Jvania.