Después de París, donde el pasado 21 de diciembre se manifestaron
unas 3.000 personas a favor del velo, la marcha de Lille (norte)
fue la más concurrida (entre 4.000 y 10.000 personas), seguida de
la de Marsella (sureste), con unas 2.000. Hubo también
manifestaciones mucho más modestas y concentraciones en Toulouse,
Mulhouse, Poitiers, Burdeos, Saint-Etienne y Nice, entre otras
ciudades francesas, así como en el extranjero.
Tras una pancarta en la que se podía leer: «¿No es el Islam el
que nos ha hecho descubrir la escuela?», los manifestantes gritaron
lemas alusivos al presidente francés, Jacques Chirac, impulsor de
la futura norma, cuyo debate parlamentario comenzará en diez días.
El texto no sólo prohíbe el uso del velo islámico en las escuelas
sino también de las cruces cristianas y de las kippas judías.
«Chirac, nuestro velo no es una agresión a la República» o
«Chirac, nuestro velo es una elección», fueron algunos de los
eslóganes más coreados, además de «juntos por la libertad».
Abiertamente opuesto a esta iniciativa, el presidente del Consejo
Francés de Culto Musulmán (CFCM) y rector de la Gran Mezquita de
París, Dalil Boubakeur, advirtió ayer del peligro de la
«politización» del Islám y de este tipo de protestas, convocadas
por fundamentalistas, a sólo dos meses de las elecciones
regionales.
En Londres, más de 3.000 personas se reunieron ante la embajada
de Francia en respuesta al llamamiento lanzado por el grupo
islámico radical Partido de la Liberación. Manifestaciones
similares, pero menos concurridas, se produjeron en Ankara,
Estambul, Aman, Gaza y Naplusa. En todo el mundo árabe hubo
protestas, así como en Europa, Estados Unidos y Canadá.
El ministro francés del Interior, Nicolas Sarkozy, reiteró ayer
que «no es manifestándose como avanzan las cosas». El «número dos»
del Gobierno estimó que «nadie debe sentirse señalado o víctima, ni
agredido» por la ley sobre el laicismo, pues «cada uno puede vivir
su fe. No hay radicalización. Hay que aprender la cultura del
diálogo y no acentuar las tensiones».
Responsable de la redacción del texto, el ministro de Educación,
Luc Ferry, insistió también en que la futura norma no muestra
«hostilidad» contra una religión en concreto sino que pretende
defender el laicismo en la escuelas públicas.
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