Entre 20 y 25 personas murieron ayer en el tercer bombardeo de
aviones de EE UU sobre Faluya en menos de una semana, que se
produjo poco después de que el clérigo chií rebelde Muqtada Al Sadr
ofreciera por primera vez apoyo al Gobierno iraquí.
El nuevo bombardeo se produjo poco después de que, en un movimiento
estratégico sin precedentes, Múqtada al Sadr declarara una tregua
en su lucha contra el Ejército de EE UU y asegurara que está
dispuesto a participar en la protección de lugares oficiales para
salvaguardarlos de atentados terroristas.
Según un comunicado del portavoz militar de EE UU, el general
Mark Kimmitt, el blanco de los ataques en Faluya fue una casa donde
se sospecha se escondía el presunto jefe de Al Qaeda en Irak, Abu
Musab Al Zarqaui. En el texto no se precisa, sin embargo, si ese
terrorista jordano o alguno de sus seguidores figuran entre las
víctimas mortales.
Supuesto responsable de otros actos terroristas registrados
durante la posguerra, Al Zarqaui es el presunto organizador de la
serie de ataques contra comisarías y edificios oficiales que el
jueves costaron la vida a más de un centenar de personas, en la
jornada más sangrienta de este mes en Irak.
En un llamamiento desde su bastión en Bagdad, el barrio de
Ciudad Sadr, Múqtada pidió a los integrantes del «Ejército de Al
Mahdi», su milicia armada, que acataran esa orden, bajo la amenaza
de que serán expulsados en caso contrario.
El primer ministro iraquí, Iyad Alaui, prometió por su parte
«aplastar» a los partidarios de Sadam Husein y a los terroristas
extranjeros, a quienes atribuyó los ataques del jueves. Alaui
reconoció que «esperábamos esta escalada de violencia y que va a ir
en aumento estos días».
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