La periodista italiana Giuliana Sgrena fue liberada ayer, tras un
mes secuestrada en Irak, pero la alegría que desencadenó la noticia
se vio truncada de inmediato al conocerse que uno de los agentes
que la acompañaban al aeropuerto de Bagdad moría al ser tiroteado
su vehículo por una patrulla norteamericana.
El jefe del Gobierno italiano precisó que el incidente sucedió en
un puesto de control montado por las tropas estadounidenses en las
cercanías del aeropuerto de la capital iraquí, desde donde la
periodista iba a ser repatriada.
El fallecido, Nicola Calipari, experto miembro de los servicios
secretos italianos que participó en las negociaciones para liberar
a Sgrena, tuvo un último gesto de heroísmo al proteger con su
cuerpo a la reportera y salvarle así la vida, según relató el
primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.
La periodista, de 57 años, y otros dos agentes secretos que
viajaban en el vehículo, resultaron heridos, aunque ninguno de
ellos de gravedad, y fueron trasladados a un centro hospitalario,
donde se recuperan satisfactoriamente.
En una comparecencia urgente, Berlusconi dijo que había
convocado al embajador de EEUU en Roma para pedirle explicaciones
por lo sucedido y que la gravedad de los hechos «obliga a que
alguien asuma las responsabilidades».
«Estamos incrédulos y atónitos por la fatalidad y la alegría se
ha transformado en dolor por la muerte de una persona que se ha
comportado valerosamente», dijo Berlusconi, quien resaltó que el
fallecido había participado en casi todos los casos de italianos
secuestrados en Irak.
Este luctuoso episodio apagó los ecos de una gran fiesta que se
vivía en Italia por la liberación de Srena, de 57 años, difundida
por la televisión qatarí «Al Yazira» y rápidamente confirmada por
su periódico, «Il Manifesto».
A la alegría del presidente de la República, Carlo Azeglio
Ciampi, se había sumado el Papa Juan Pablo II desde el Policlínico
Gemelli de Roma, donde está hospitalizado.
Con particular emoción habían recibido la noticia sus colegas
del rotativo de izquierdas que la mandó como enviada especial a
Irak; su padre, que ayer mismo dijo que había soñado que la
liberaban, y su compañero de toda la vida, Pier Scolari.
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