Un hombre de la multitud, Rustam Ibraimov, de 24 años, dijo:
«Nuestra demanda es detener esta ausencia de ley en Bishkek. La
toma de poder es ilegal. No apoyamos al presidente Akáyev, pero el
cambio de poder debería haberse hecho de acuerdo a la ley».
Pero en Chym Korgon, a 90 kilómetros de la capital, unas 3.000
personas se dieron cita para marchar hacia la capital en protesta
contra la forma en la que fue derrocado el presidente. «Puede que
lleguemos allá hoy, puede que lleguemos mañana, pero lo importante
es que iremos allá», dijo Keneshbek Dushebayev, designado ministro
de Interior por Akáyev poco antes de ser expulsado del poder.
Dushebayev, que lidera las protestas y espera reúnan a unas 10.000
personas, dijo: «El país está virtualmente dividido y todo está a
punto de una guerra civil».
Mientras, el nuevo Gobierno kirguís asumió ayer el control
político, social y militar de este país centro asiático, y convocó
elecciones legislativas para el próximo 26 de junio. «Los órganos
de seguridad han restaurado el orden público. La situación en
Bishkek es tranquila, los saqueos y pogromos han terminado»,
aseguró Edil Baisálov, presidente de la coalición «Por la
Democracia y la Sociedad Civil», una de las principales fuerzas de
la «Revolución de los Tulipanes».
Según fuentes militares, una división motorizada del Ejército
kirguís se dirige a Bishkek para reforzar la seguridad en los
principales edificios gubernamentales. La división Koitásh,
acantonada en las afueras de Bishkek, se unirá a las fuerzas del
Interior, las unidades especiales, la policía antidisturbios y los
grupos de defensa ciudadana para garantizar el orden en la capital
kirguís, de 800.000 habitantes.
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