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Uno de los momentos más emotivos que se vivió a lo largo del funeral fue cuando apareció el féretro con los restos mortales de Juan Pablo II por el Portón de Bronce de la Basílica de San Pedro portado por los sediarios papales. Los fieles que estaba siguiendo la ceremonia, incluso físicamente lejos del Vaticano, prorrumpieron en una fuerte ovación y pidieron su inmediata canonización al grito de «santo ya». Después, se sumieron en un solemne silencio y siguió la misa con gran recogimiento.

El Ayuntamiento de Roma desplegó casi treinta pantallas gigantes de televisión en zonas de amplio aforo, como los estadios Olímpico y Flaminio; el campus universitario de Tor Vergata, y las plazas del Popolo, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros, así como al pie del Coliseo, justo al lado del Arco de Constantino.

Especialmente significativa fue la presencia de los polacos (de los que se calcula que ha venido cerca de un millón para rendir homenaje al difunto Papa y compatriota suyo), quienes alzaron sus banderas en señal de saludo tanto en el momento de salir el féretro a la plaza, como cuando fue de nuevo alzado por los sediarios para emprender el último viaje a las Grutas Vaticanas.

Asimismo, en Tor Vergata, en el Circo Máximo o en la Via della Conciliazione (la calle que comunica Roma con el Vaticano) se veían de vez en cuando pancartas con un lema tajante y significativo: «Santo subito» (Santo ya).

Antes de que a las 10.00, hora local (08.00 GMT) comenzara la misa por el alma del Pontífice, las principales vías de la capital italiana presentaban un aspecto extrañamente tranquilo, sólo perturbado por las sirenas de los coches de policía que abrían paso a las comitivas oficiales que se dirigían a la Plaza de San Pedro, donde se celebraron las exequias fúnebres por el Papa.