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Unas 3.000 personas protestaron en Cantón ante el consulado de Japón cantando lemas antijaponeses y animados por el vídeo de lo sucedido el sábado en Pekín, donde unos 10.000 manifestantes, estudiantes en su mayoría, se concentraron ante la embajada nipona. Varias banderas japonesas fueron quemadas de nuevo por los manifestantes, que cantaban el himno nacional chino y pedían el boicoteo de los productos japoneses en China.

El embajador de Japón en Pekín, Koreshige Anami, expresó telefónicamente al Ministerio de Asuntos Exteriores su preocupación por lo que calificó de permisividad gubernamental.

Los manifestantes gritaron también su oposición a que Japón ocupe un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, como desea, a lo que se opone Pekín (aunque no abiertamente) pues teme el surgimiento de otra potencia asiática con derecho a veto en el máximo órgano de Naciones Unidas, según fuentes independientes.

Un portavoz oficial de la embajada japonesa en Pekín, explicó a la prensa que un viceministro de Asuntos Exteriores comunicó al embajador japonés que lamentaba lo sucedido contra intereses japoneses en China, mientras que el embajador solicitó que no se repitan este tipo de incidentes.

China mantiene también diferencias con Japón por la reciente aparición de nuevos libros de historia para la enseñanza secundaria japonesa en los que, a juicio de China, mantienen una posición revisionista de lo sucedido en la guerra chino-japonesa.

Las protestas chinas, ante el consulado en Cantón y anteriormente también contra un negocio japonés en Shenzhen, es la mayor contra un país desde que en 1999 EEUU bombardeó (por error) la embajada china en Belgrado.

Las manifestaciones de protesta están prohibidas en China y no existe un mecanismo que permita celebrarlas sin previa autorización, por lo que fuentes independientes estiman que ha habido «tolerancia» de las autoridades, algo que éstas niegan.