¿Qué ha ocurrido para ese cambio? Sencillamente que la campaña
electoral, de la que Blair marginó en un primer momento a Brown, no
ha ido como se esperaba, y los conservadores no han dejado de
acortar distancias gracias a una campaña especialmente agresiva en
materia sobre todo de inmigración.
Con la disolución del Parlamento, comienza en serio la campaña,
en la que los laboristas hacen una oferta especial: dos líderes por
un voto. El primer ministro, Tony Blair, tendrá a su lado en las
más de tres semanas que faltan para las elecciones a su ministro de
Economía, Gordon Brown, el hombre destinado a sucederle
eventualmente al frente del Gobierno antes de que aquél acabe el
que será, según prometió, su último mandato.
La pasada semana, Blair prometió que Brown, al que calificó
inmodestamente del mejor canciller del Tesoro de los últimos cien
años, conservaría ese importante cargo de ganar los laboristas las
elecciones. Algunos hablan ya hoy de un gobierno de dos líderes,
algo que parecía imposible hace sólo un mes, cuando se especulaba
con la posibilidad de que Blair cambiase a Brown de cartera,
ofreciéndole tal vez la de Exteriores, en el convencimiento de que
no aceptaría.
Blair y su partido han llegado a la conclusión de que la
economía es su principal baza, y tratan de explotarla al máximo,
para lo que necesitan al hombre al que se atribuye la estabilidad,
la baja inflación, la independencia del Banco de Inglaterra y el
alto nivel de empleo, entre otras cosas.
Ayer, los conservadores lanzaron en Londres su manifiesto
electoral, que hace hincapié en las medidas de ley y orden -más
policía, mayor control de la inmigración, mayor disciplina en las
escuelas y mayor limpieza en los hospitales. El partido liderado
por Michael Howard aboga por recortes de impuestos al tiempo que
acusa a los laboristas de querer subirlos, pese a sus promesas
electorales.
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