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RAFAEL CAÑAS-WASHINGTON
La alerta aérea que ayer afectó a Washington y obligó a evacuar la Casa Blanca y el Congreso causó una tensión que recordó a la del 11-S, y generó nuevas interrogantes sobre la eficacia de los sistemas de respuesta antiterrorista.

El presidente de EEUU, George W. Bush, no se encontraba en esos momentos en la Casa Blanca, ya que había salido a dar un paseo en bicicleta en una zona natural de las afueras de Washington.

La alarma saltó después de que un pequeño avión monomotor entrase en el espacio aéreo restringido en torno a la capital de EEUU, lo que obligó a enviar aviones de combate y un helicóptero a interceptar la nave intrusa, que llegó a estar a menos de cinco kilómetros de la Casa Blanca.

El incidente también forzó la orden de evacuación de los principales edificios oficiales de la capital: la Casa Blanca, el Congreso, el Tribunal Supremo y el Departamento del Tesoro.

«¡Esto no es un ejercicio!», «¡Corran!», gritaban los policías a los funcionarios y periodistas que salían de forma apresurada de los edificios.

Una vez controlado el incidente, Bush regresó a la Casa Blanca.

El vicepresidente Dick Cheney, quien sí se encontraba trabajando en su despacho, fue evacuado en una caravana de vehículos.

La primera dama, Laura Bush, y Nancy Reagan, quien estaba haciendo una visita, fueron evacuadas «a un lugar seguro», indicó el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, aunque no precisó si fue el búnker subterráneo situado en la mansión presidencial.

El pasado 27 de abril, la Casa Blanca registró una falsa alarma aérea durante la cual Bush fue llevado brevemente al búnker situado bajo la sede presidencial estadounidense.

McClellan explicó que la alerta terrorista pasó del nivel amarillo al naranja, del segundo al tercero en una escala de cinco, a las 15.59 GMT, cuando las autoridades de vigilancia aérea notificaron que había un avión a 24 kilómetros de la sede presidencial.