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El Ejército de Uzbekistán recuperó ayer el control de la sede del gobierno de la ciudad de Andizhán, la tercera del país, tras ser ocupada por un grupo de rebeldes acusados por las autoridades de integrismo, que acabó con numerosas víctimas civiles.

El portavoz policial no comentó esa denuncia, mientras confirmó que la ciudad sigue sitiada y patrullada por soldados y policías puesto que en varios sectores continúan manifestaciones espontáneas. Durante la jornada, blindados y tropas apoyados por helicópteros artillados cerraron a cal y canto Andizhán, la tercera ciudad uzbeka más importante con 400.000 habitantes, donde se concentraban miles de participantes en la revuelta armada. Saidzhajón Zaynabitdínov, activista local de derechos humanos, denunció que los militares abrieron fuego contra la muchedumbre con fusiles automáticos y las ametralladoras de los blindados y que había «numerosas víctimas». Otros activistas citados por la cadena rusa NTV afirmaron que puede haber «hasta cincuenta muertos y centenares de heridos» y que las tropas rastreaban la ciudad y sus afueras para detener a los rebeldes huidos. Cuando empezó el tiroteo, en la plaza central había miles de manifestantes.

«El edificio está tomado, sus ocupantes huyeron, los rehenes han sido liberados y también fueron desalojados los manifestantes congregados en la plaza central», declaró portavoz del ministerio del Interior uzbeko.

Pero un habitante local declaró a la misma agencia que «los militares dispararon indiscriminadamente contra gente armada e inerme, incluido mujeres, niños y policías rehenes, detrás de los cuales se escudaban los rebeldes».

Antes del asalto, la ciudad vivió intensos tiroteos entre un centenar de rebeldes atrincherados en la sede del gobierno y rodeados de un «escudo humano», y los militares que la cercaban. «Los soldados dispararon contra la gente, lo que hizo que los manifestantes se dispersaran. En las calles hay coches ardiendo», informó desde Andizhán la agencia centroasiática «Ferghana.ru».